-¿Sí, mi vida?
-¿Yo tendré que saltar de un risco alguna vez?
El corazón se le partió a Mack cuando entendió cuál era el verdadero fin de esa con-
versación. Tomó a su pequeña hija entre sus brazos y la estrechó muy fuerte. Con voz
un poco más ronca que de costumbre, contestó dulcemente:
-No, cariño. Yo nunca te pediré que saltes de un risco, jamás, jamás, jamás.
-¿Entonces Dios me pedirá saltar de un risco alguna vez?
-No, Missy. Él nunca te pediría algo así.
Ella se acurrucó en sus brazos.
-¡Qué bueno! Abrázame fuerte. Buenas noches, papá. Te quiero mucho.
Y cayó dormida al instante, hundiéndose en un profundo sopor con sólo sueños dulces
y buenos.
Minutos después, Mack la devolvió delicadamente a su bolsa de dormir.
-¿Estás bien, Kate? -murmuró mientras daba a ésta un beso de buenas noches.
-¡Sip! -susurró ella-. ¿Papá?
-¿Qué, mi vida?
-Missy hace buenas preguntas, ¿verdad?
-Muy buenas. Es una niña especial. Las dos lo son, pero tú ya no eres tan niña. Ahora
vamos a dormir, que mañana nos espera un gran día. Dulces sueños, preciosa.
-Tú también, papá. ¡Te quiero toneladas!
-Yo también te quiero con todo mi corazón. Buenas noches.
Mack subió el cierre del remolque al salir, se sonó la nariz y enjugó las lágrimas que
aún quedaban en sus mejillas. Dio en silencio gracias a Dios y fue a prepararse un ca-
fé.
El punto de inclinación
El alma se cura estando con niños.