LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 188

-¿Dónde aprendiste a manejar? -lo reprendió Willie-. Ah, sí, ya recuerdo, el chico de granja no acostumbrado a las intersecciones. Mack, hasta donde sé, debías haber po- dido oler la respiración del otro tipo a un kilómetro de distancia. Ahí tendido, viendo divagar a su amigo, Mack trataba de escuchar y comprender cada palabra, lo cual no hacía. -Y ahora -continuó Willie-, Nan está más enojada que una avispa y no quiere hablar conmigo. Me culpa de haberte prestado el Jeep y dejarte ir a la cabaña. -¿Por qué fui a la cabaña? -preguntó Mack, haciendo un esfuerzo por ordenar sus ideas-. Todo es muy confuso. Willie gruñó de desesperación: -Tienes que decirle que traté de convencerte de no hacerlo. -¿Lo hiciste? -No me hagas esto, Mack. Traté de decirte... Mack sonreía mientras oía despotricar a Willie. Si recordaba algo, era que este hombre lo estimaba, y el solo hecho de tenerlo cerca lo hacía sonreír. Mack se asustó al darse cuenta de que Willie se había inclinado hasta muy cerca de su cara. -¿De veras él estaba ahí? -murmuró Willie, y echó un rápido vistazo alrededor para cerciorarse de que nadie estuviera oyendo. -¿Quién? -murmuró Mack-. ¿Y por qué hablamos en voz baja? -Ya sabes, Dios -insistió Willie-. ¿Estaba en la cabaña? Mack se divertía. -Willie -murmuró-, no es un secreto. Dios está en todas partes. Así que también estuvo en la cabaña. -Ya lo sé, bruto -estalló Willie- ¿No recuerdas nada? ¿Ni siquiera la noto? La que reci- biste de Papá y que estaba en tu buzón cuando resbalaste en el hielo y te pegaste. Fue entonces cuando Mack empezó a atar cabos, y la desarticulada historia empezó a cristalizar en su mente. Todo cobró sentido de súbito mientras su mente empezaba a unir los puntos y llenar los detalles: la nota, el Jeep, el arma, el viaje a la cabaña y cada faceta de ese glorioso fin de semana. Imágenes y recuerdos empezaron a fluir de nuevo tan poderosamente que él sintió que