sus anfitriones que de cualquiera dentro o fuera de la creación. Sintió envidia de esa
despreocupada pero respetuosa conversación, y se preguntó qué sería necesario para
compartir algo así con Nan, y quizás incluso con algunos amigos.
Le impresionó de nuevo la maravilla y extremo absurdo del momento. Su mente vaga-
ba por las increíbles conversaciones en las que había participado durante las veinticua-
tro horas anteriores. ¡Guau! ¿Sólo llevaba un día ahí? ¿Y qué se suponía que debía
hacer con todo eso cuando volviera a casa? Sabía que le contaría todo a Nan. Tal vez
ella no le creería, y no la culpaba por eso; quizás él tampoco creería nada de esto.
Mientras su mente se encarreraba, sintió que se alejaba de los demás. Nada de esto
podía ser real. Cerró los ojos y trató de acallar el intercambio que ocurría a su alrede-
dor. De pronto se hizo un silencio absoluto. Abrió despacio un ojo, con la esperanza de
despertar en casa. En cambio, Papá, Jesús y miraban con sonrisas tontas adheridas al
rostro. Él ni de explicarse. Sabía que ellos sabían.
En vez de eso, señaló uno de los platillos y preguntó:
-¿Podría probar un poco de eso?
Las interacciones se reanudaron, y esta vez él escuchó. Pero sintió otra vez que se ale-
jaba. Para contrarrestar eso, decidió hacer una pregunta:
-¿Por qué ustedes nos aman a los seres humanos? Supongo que... -Mientras hablaba,
se dio cuenta de que no había formulado muy bien su pregunta-. Creo que lo que quie-
ro preguntar es por qué me aman a mí, si no tengo nada que ofrecerles.
-Si piensas eso, Mack -contestó Jesús-, te será muy liberador saber que no puedes
ofrecernos nada, al menos nada que pueda añadirse o quitarse a lo que somos... Eso
debería aliviar cualquier presión para actuar.
-¿Tú amas más a tus hijos cuando se portan bien? -añadió Papá.
-No, ya entiendo. -Mack hizo una pausa-. Pero me siento más realizado por el hecho de
que ellos estén presentes en mi vida, ¿y ustedes?
-No -dijo Papá-. Nosotros estamos plenamente realizados en nosotros mismos. Uste-
des fueron creados para estar en comunidad, hechos como están a nuestra imagen.
Así que, para ustedes, sentir eso por sus hijos, o por cualquier otra cosa que les "apor-
te" algo, es por completo natural y correcto. Ten en mente, Mackenzie, que yo no soy
humano, no por naturaleza, pese a que hayamos decidido estar contigo este fin de se-
mana. Soy humano pero en Jesús, aunque soy otro totalmente distinto por naturaleza.
-Tú sabes, claro que sabes -dijo Mack excusándose-, que sólo puedo seguir esa línea
de razonamiento hasta cierto punto, y que luego me pierdo y mi cerebro no da para
más.