LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 117

-Pero, ¿y cuando no se portan bien, o toman decisiones distintas a las que tú quisieras, o si son rudos y agresivos? ¿Y cuando te avergüenzan frente a los demás? ¿Cómo afecta eso tu amor por ellos? Mack respondió lenta y reflexivamente: -En realidad no me afecta. -Sabía que eso era cierto, aun si Katie a veces no lo creía-. Bueno, admito que me afecta, y que a veces me siento avergonzado o enojado; pero aunque ellos actúen mal, no por eso dejan de ser mi hijo y mi hija, aún son Josh y Kate, y siempre lo serán. Lo que ellos hacen podría afectar mi orgullo, pero no mi amor por ellos. Ella se acomodó en su asiento, rebosante de alegría. -Eres sabio en las formas del amor verdadero, Mackenzie. Muchos creen que el amor crece, pero el que crece es el conocimiento, y el amor simplemente se expande para contenerlo. El amor es sólo la piel del conocimiento. Mackenzie, tú amas a tus hijos, a quienes conoces muy bien, con un amor verdadero y maravilloso. Un poco avergonzado por esos elogios, Mack bajó la mirada. -Bueno, gracias, pero no soy así con muchas otras personas. Mi amor tiende a ser muy condicional en la mayoría de los casos. -Pero es un comienzo, ¿no es así, Mackenzie? Además, no fuiste tú quien superó la incapacidad de tu padre de amarte; fueron Dios y tú juntos quienes te cambiaron para que pudieras amar de esa manera. Y ahora amas a tus hijos casi igual que como el Padre ama a los suyos. Mack sintió apretar involuntariamente la quijada mientras escuchaba, y que su enojo se intensificaba una vez más. Lo que debía haber sido una tranquilizadora alabanza pare- cía una pildora amarga que ahora él se negaba a tragar. Trató de relajarse para encu- brir sus emociones; pero por la mirada en los ojos de ella, supo que era demasiado tar- de. -Hmmmm -reflexionaba la mujer-. ¿Te molestó algo que dije, Mackenzie? Esta vez su mirada lo hizo sentir incómodo. Se sintió expuesto. -Mackenzie -lo animó-, ¿hay algo que quieras decir? El silencio dejó su pregunta flotando en el aire. Mack hizo todo lo posible por mantener la compostura. Escuchó el consejo de su madre resonar en sus oídos: "Si no tienes na- da bueno que decir, cállate".