las inscripciones en la tabla. Tras un atento examen, descubrió detalles de la vida de
Missy que fueron tallados en la madera. Halló un grabado de Missy con su gato, Judas.
Había otro en el que Mack, sentado en una silla, le leía a Missy un libro del Dr. Seuss.
Toda la familia aparecía en escenas trabajadas a los lados y encima: Nan y Missy ha-
ciendo galletas, el viaje al lago Wallowa con el funicular subiendo la montaña, e incluso
Missy coloreando en la mesa del campamento junto a una fiel representación del pren-
dedor de Catarina dejado por el asesino.
Había incluso una minuciosa versión de Missy parada y sonriente mirando la cascada,
sabiendo que su papá estaba al otro lado. Intercaladas por todas partes estaban las
flores y animales favoritos de Missy.
Mack volteó y abrazó a Jesús; mientras se estrechaban Jesús murmuró en su oído:
-Missy ayudó; ella escogió lo que quería ahí.
Mack cerró el puño. No pudo aflojarlo durante un largo rato.
-Tenemos el lugar perfecto preparado para su cuerpo -dijo Sarayu, pasando rápidamen-
te-. Mackenzie, se halla en nuestro jardín.
Con todo cuidado, colocaron amorosamente los restos de Missy en la caja, tendiéndola
en un lecho de blandas hierbas y musgo, que luego llenaron con las flores y especias
de la porción de Sarayu. Cerrando la tapa, Jesús y Mack levantaron cada cual un ex-
tremo, con facilidad, y la sacaron, siguiendo a Sarayu al jardín hasta el sitio en el huerto
que Mack había ayudado a desbrozar. Ahí, entre cerezos y duraznos, rodeado por or-
quídeas y azucenas amarillas, un agujero había sido cavado justo donde Mack había
extirpado el floreciente arbusto el día anterior. Papá los estaba esperando. Una vez que
la ornada caja fue delicadamente puesta en el suelo, Papá le dio a Mack un fuerte
abrazo, que él correspondió de igual manera.
Sarayu pasó al frente.
-Yo -dijo, haciendo un gesto ceremonioso y una reverencia- tendré el honor de entonar
la canción de Missy, que ella escribió justo para esta ocasión.
Y empezó a cantar, con una voz como viento de otoño: el sonido de hojas agitadas y
bosques que dormitan suavemente, los tonos de la noche que se acerca y la promesa
de un nuevo amanecer. Era la obsesiva tonada que Mack les había oído canturrear a
ella y a Papá, y escuchó entonces las palabras de su hija:
Alienta tú en mí.. .m hondura,
haz que yo respi.. y viva
y que duerma en estrechura