El motor de este proyecto es destripar y cuestionar el
canon clásico. Sacar lo de dentro a afuera y lo de fue-
ra a adentro como si la propia escultura regresara a
su materia original. Creando una nueva idea de ana-
tomía que se acerca a un concepto más primigenio,
relacionando de esta manera los títulos de las piezas
con el concepto del cuerpo que concebía Paracelso
como una relación interna entre el cuerpo material
o animal, el cuerpo astral y el cuerpo luminoso e
insurrecto.
De todas las piezas que configuran el proyecto, hay
una imagen que abre y cierra el significado de la
muestra. Se trata de un auterretrato en el que abrazo
una de las más enigmáticas obras de la historia del
arte: el torso de Belvedere. Esta imagen surge como
gesto de reconciliación con el papel de la mujer den-
tro del arte, pues antigüamente, las mujeres que de-
cidían dedicarse al arte entraban como modelos en
estudios de artistas (hombres) o en un convento para
poder dedicarse plenamente a su misión. Esta obra,
cuyo título completa la pieza “El modelo y la artista”,
no es más que un gesto de reconciliación y reivindica-
ción poética. Un gesto frágil del que surge la fuerza.
No soy un animal ni tampoco un ángel, pero apuesto
por el diálogo de contrarios aunque me arrastra más
el (pathos) la pasión que la norma (ethos). Vivir inten-
tando equilibrar todas estas dualidades es el resultado
de mi trabajo.
¿Cómo surge la idea?
La idea parte de mi propia experiencia. Pues actual-
mente siguen existiendo pruebas de acceso en mu-
chas facultades de bellas artes en las que tienes que
dibujar a la perfección estas esculturas clásicas. Medir
cabezas y proporciones que no son reales. Pasar años
dibujando estos modelos porque parece que si no lo
haces no estás cualificado para ser artista.
Seguimos tomando como modelo de estudio un sis-
tema anacrónico que no responde al cuerpo humano