KALEIDOSCOPIO KALEIDOSCOPIO 1 | Page 49

compañeros de grupo; es muy seguro, pues, que entre la parte del público que no son familiares y amigos haya algún asistente esperando su dosis diaria de ‘Schadenfraude’, deseando la tragedia en escena: que alguien se tropiece o caiga, que se le olviden los pasos y demás eventualidades que podría capturar con la cámara de su ojo y contárselo a otros o, en todo caso —y dada la naturaleza actual de la humanidad—, capturarlo con una auténtica cámara digital para subirlo a internet y esparcir la mofa por el mundo. Es por todas esas lentes de dispositivos digitales inseparables del espectáculo por lo que a los pequeños les cuesta más trabajo estabilizar sus nervios, ya que, si algo saliera mal, ahí estaría el eterno recuerdo de su error bajo formato de video. Sin embargo, no todo es tensión y desastre ahí en la pista. La filosofía de la danza folclórica mexicana tiene un sustrato cuasi-epicúreo: el que baila debe disfrutar lo que hace y exteriorizarlo con una estática sonrisa en el rostro mientras ejecuta sus movimientos. “Ahí está México, en su baile”, dicen los corazones más tradicionalistas cuando observan esas danzas coloridas, el agitar de las amplias faldas, el ir y venir de los pies “zapateando”, los rasgos con los que han crecido, lo que siempre les dijeron que era lo “mexicano”; todo eso que de algún modo les hace recordar un “México mejor” en el que acaso jamás hayan vivido. Es así como sienten su pecho ensancharse con cada repetición del “Jarabe Tapatío”, creyendo que México puede encapsularse en eso, en otra expresión céntrica que no alcanza a hablar por todas las regiones del país; se ha adoctrinado para creer que ahí está México, en el mariachi y los bailes de Jalisco, por lo que muchos de esos mismos corazones tradicionalistas entornan la mirada cuando aparece otro tipo de baile folclórico e incluso van un paso más allá si se asoma a la pista una pieza como la “danza azteca”, pues comienzan a preguntarse qué tiene de