KALEIDOSCOPIO KALEIDOSCOPIO 1 | Page 44

Dancefloor Es viernes por la noche y Guanajuato, consciente de ello, se ha enfundado en uno de sus múltiples abrigos de gala; es viernes, la incipiente noche fría va entrando como una invitada más a la velada, y Guanajuato ha decidido salir para deambular por sus propias calles, por esa piel interminable. El frío poco importa a los transeúntes que inundan las vías principales y se van fundiendo en una sola masa humana que avanza al mismo paso; pueden haber dejado sus mentes encerradas bajo llave en casa, pero al menos sus cuerpos están presentes allá afuera. No es una fecha especial, sólo otro viernes cualquiera perteneciente a una larga sucesión de días poco memorables. Otro viernes cualquiera y de seguro, como es normal a estas horas de un viernes cualquiera en Guanajuato capital, el famoso Jardín de la Unión debe estar rebosante de individuos y del ruido que producen a cántaros, esos individuos que se reúnen de acuerdo a su status o a su pertenencia a un grupo determinado: los snobs que cenarán en el Casa Valadez; los falsos bohemios agrupados al otro lado discurriendo entre bebidas y música en vivo de los clásicos —y abundantes— grupos norteños de trajes brillosos e instrumentos cacofónicos, así como de los mariachis, ambos tipos de intérpretes siempre propensos a iniciar una pelea entre ellos para defender a su clientela; los “cholos” adolescentes que se adueñan de la parte trasera del Jardín como ya es costumbre —como también lo es el que hayan hecho de los viernes su día para exponerse a la luz pública, para hacer sus “fechorías”—; y la molesta “estudiantina”, tan reiterativa como puede serlo, que sólo interesa a los turistas y que siempre despierta el desprecio local. Pero esta noche el escenario es otro. Esta irrelevante noche una parte de Guanajuato