Somos…
La duda nos invade, tarde o temprano la conciencia es despertada y
advertimos que las verdades antes nos parecían más ciertas, de pronto parece
que ya no hay verdad, sino opiniones, matices y perspectivas, que oscilamos
entre negaciones y que, pese a tan desconsolador panorama, seguimos
pensando, analizando para buscar respuestas imposibles y afirmar tesis que
alguien más vendrá a replantear.
Somos mexicanos, de eso no tenemos duda pues políticamente se nos ha
enseñado que al nacer en este espacio territorial ganamos el derecho, el
privilegio de llamarnos mexicanos, con toda la gloria y el infierno que dicha
palabra pudiera significar. Crecemos y el ser mexicano nos es tan fácil como
hacer honores a la bandera y gritar “¡viva México!” cada 15 de septiembre; el
decirse mexicano es un problema de identidad, si es que podemos decir que
existe una. La oración cambia pues la duda ha sido sembrada: ¿somos
mexicanos?, ¿qué nos hace nombrarnos de esta manera? Pues si de algo
estamos seguros es que lo “mexicano” propiamente dicho existe, que es quizás
necesaria su existencia; sin embargo, no podemos ni queremos reducir lo
mexicano a una definición caprichosa de un sujeto, ni a la expresión o
pensamiento de un individuo.
El nombrarse mexicano es un conflicto de apropiación, de llenar de sentido a
una palabra vacía a partir de mi individualidad, de mi perspectiva sobre el
México que yo vivo, así como la idealización que de él hago. Ante tanta
posibilidad de ser sólo subjetividad, se nos permite afirmarnos, se nos da la
posibilidad de crear arte y sumarnos a ese cúmulo de manifestaciones
artísticas que este país representa.