tiene lugar ni comida allá pabajo, ora quieren de arriba pa ver si les gusta
algo.
Como eran tiempos de frío le puse su bolsita pa que no agarrara
catarro, sólo una semana me duró. Me desperté tempranito, como siempre,
con decir que le gané al gallo, con mis ojos apuntando al mero árbol y no
estaba. La tierra salida y unas cuantas hojitas, como sangre. No oyí los llantos
y espero que Dios no me perdone por eso. ¡Tan chulo…!
Le compré otro a Doña Chucha, me dijo que pa qué quería tanto árbol
si tenía una pinche selva y yo le respondí que era pa echar raices que uno en
estos tiempos tiene que estar bien parao.
Lo mesmo. Una semana. Pensé que era el joyo donde lo plantaba,
ansina que jui con Doña Chucha y otro del mesmo tipo le compré pero ora en
otro lado lo puse. Atrás de la casa, donde me sentaba a mirar los campos
llenos de maiz, ora tendría pa mirar otra chulada, hasta pa contarle historias
me servía. Esa noche me jui acompañarlo, reteplaticador salió. Más coraje me
dio que el sueño m