Me los da surtiditos, de tocho morocho
Hoy quise ser africana
“Hoy quise ser africana” como bailando su cabello se mece entre sus hombros
al compás del skank; casi sin pensarlo, a modo de espejo, se aproxima a las
tres personas que extienden sus brazos para felicitarla por su cumpleaños. Ella
hubiera preferido ocultarse y, al menos por este día, no ser el centro de
atención: hacer todo lo que estuviera en sus manos para esquivar el abrazo que
trae consigo la melancolía. Pero el planeta sigue moviéndose y no se detiene,
sólo va dibujando un ligero boceto de su trayectoria, esa estancia efímera en el
cosmos: “otra vuelta al sol”, como dice ella, un mundo de posibilidades que se
abren con la llegada del nuevo día. Este, en particular, le tiene algo preparado.
El reloj valenciano le indica que ya es hora, debe dirigir sus pasos al salón
donde los alumnos aguardan; esta ocasión no debe olvidar su compromiso con
ellos: si el mundo entero le vuelve a dar la espalda a esos jóvenes, que al
menos ella no lo haga. Ellos la reciben con una sonrisa de alivio cuando la ven
llegar, tan feliz como siempre, tan feliz que lo irradia; pero conforme los
minutos van separándose en movimientos de manecillas, la sonrisa de los
jóvenes deviene en una mueca de preocupación, de angustia. al ver que sólo
ella y una joven más han asistido a esa dinámica que contaba con una lista de
invitados más que suficientes para desarrollarla y, con todo, al parecer esos
otros invitados han vuelto a olvidarse que habían confirmado su presencia
desde hace tiempo atrás. La tensiónn incrementa: el conversatorio no puede
posponerse una vez máss.