Kala, Junio 2019
Mis ojos secos de la ausencia de todo,
del sonido de la alarma, del sabor del café,
del agua tibia recorriendo mi espalda por las mañanas y de la gente que veía pasar, siempre igual.
Eso que todos los días hacía me daba felicidad, pero no lo supe hasta que ya no lo tuve conmigo jamás.