13
A corta distancia en esa bella noche veo venir a alguien caminando en las aguas, y viene hacia mí. Es noche de insomnio y sensualidad. Se acerca, llega, se hinca, ¿es una alucinación provocada por la belleza de la noche oscura?, no sé, pero allí está… Alto, fornido, no logro distinguir su rostro, mechones de rizos bajan de su cabeza como un bello querubín. Se inclina a mí, me toca, me huele, me observa. Quedo inmóvil, pienso que es fruto de mi imaginación en esa noche mágica e inesperada.
Me besa, me acaricia, me posee y yo me dejo, me dejo tranquila pensando que es un sueño de noche tropical, de noche cálida y de emociones exuberantes. Jadeante, transportada a otro mundo no temo a lo que pasa durante esta noche cálida. Lo aspiro, lo siento, lo veo; su cuerpo sobre el mío, nuestros brazos se entrelazan, nuestros corazones palpitan en unísono, nuestra respiración se mezcla; oigo sus suspiros, sus gemidos.
Recalco su silueta con mi índice queriendo dejar plasmada su imagen en la densa oscuridad y en mi débil memoria. Segundos, minutos y ya no exhalamos, ya no vibramos y en la noche oscura, la magia se escapa. Recorre mi rostro con su mano callosa, mano torpe. Se levanta y me ofrece ayuda para ponerme de pie y yo la rechazo, quiero permanecer inmóvil, tirada sobre la arena cosquillosa, saborear su sudor, su virilidad, quedarme inerte recordando lo que ha pasado en la noche tropical. Él camina hacia el mar con paso ligero, desapareciendo a pocos metros de mí. Se ha ido, se ha esfumado, me incorporo y no veo nada. Tan solo me queda el recuerdo de esa noche tropical.
Ileana Chavarrín