"Gloria y loor". Una mirada sobre el culto a Sarmiento.
Septiembre es el mes de las efemérides escolares. Estas fechas recuerdan a aquellos que han realizado grandes aportes a la historia educativa nacional. Como así también, nos permiten reconocer a los que hoy en día trabajan incansablemente: maestros, profesores, preceptores, bibliotecarios, etc. En este marco conmemorativo a lo que se suma el aniversario del bicentenario de la independencia, el poder ejecutivo provincial ha establecido la obligatoriedad de cantar el “himno a Sarmiento” en los actos escolares de toda la provincia. El motivo que se aduce es que su labor se considera fundamental en cuanto a la consolidación del Estado Nacional y de la educación pública.
Este artículo intentará reflexionar sobre los fundamentos histórico-políticos de esta disposición para comprender qué ideales sociales se quieren transmitir.
Domingo F. Sarmiento es un personaje al que nadie podrá cuestionarle su contribución a la educación laica y gratuita, base fundamental de una sociedad con igualdad de oportunidades. Sin embargo, es cuanto menos discutible si puede ser venerado casi como un beato por los alumnos de la provincia. Su marcha, describe una figura inmaculada sin fisuras y con un halo cuasi celestial, aun cuando sus ideas racistas, discriminatorias y sanguinarias son características claramente reconocibles del mismo personaje.
En 2008 el por entonces ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante el gobierno de Mauricio Macri, Mariano Narodowsi, justificaba esta decisión (en la Capital ya está vigente desde entonces) asegurando: “Nuestro interés al promover que se cante en todas las escuelas obedece a la necesidad de contribuir, aunque sea un poco, a aglutinar a todos en pos de la educación (…)” . Nos preguntamos si por aglutinar entendía unir o lograr consenso, debemos señalar que la figura de Sarmiento es bastante controversial para tal fin. Ahora si la idea se refería a generar uniformidad, ahí puede comprenderse mejor la disposición.
Si desde la escuela intentamos construir valores de solidaridad, respeto por el otro, no agresión ante las diferencias, idolatrar a través de un canto obligatorio a un personaje que aborrecía lo nativo, que buscaba exterminar a todo aquel que no compartiera los valores y características de la “civilización occidental”, no solo es contradictorio sino hasta un poco perverso. Las grandes obras no redimen a las personas de sus actos nefastos.