Hoy pongo el pecho por otros
y la bala revienta el corazón.
Nadie porta un arma
pero el casquillo duerme en el pavimento,
humeando en silencio
como si nada importara.
La vida pasa indiferente ante mis ojos.
Todos callan su inocencia
y nadie quiere ver.
La realidad quema retina.
De color odio son los ríos que,
cual manantial,
fluyen debajo de mi.
Un estallido más
remata sin dolor
la fibra de mi existencia.
Resuena en ese vacío que ahora soy
las notas del rencor que nunca quise.
Palpita la última mentira bajo el paladar.
Aprieto en mi mano un calibre con olor ciprés.
Mi peor enemigo siempre soy yo
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