inversiones inteligentes 1 | Page 75

EL INVERSOR Y LA INFLACIÓN Conclusión Naturalmente, volvemos a ratificamos en la política recomendada en nuestro capítulo anterior. Por el mero hecho de la existencia de incertidumbres en el futuro el inversor no puede permitirse el lujo de colocar todos sus fondos en una única cesta, ni en la cesta de las obligaciones, a pesar de los rendimientos excepcionalmente elevados que las obligaciones han ofrecido recientemente, ni en la cesta de valores, a pesar de la perspectiva de inflación sostenida. Cuanto más dependa el inversor de su cartera y de la renta que obtenga de ella, más necesario le resultará protegerse de lo imprevisto y de lo desconcertante en esa etapa de su vida. Es axiomático que el inversor conservador debería tratar de minimizar sus riesgos. Tenemos la convicción de que los riesgos que entraña la compra de, por ejemplo, una obligación de una compañía telefónica con una rentabilidad cercana al 7,5% son muy inferiores a los de comprar DJIA a 900 (o cualquier índice de valores equivalente al mencionado). Sin embargo, la posibilidad de inflación a gran escala sigue existiendo, y el inversor debe disponer de algún tipo de seguro frente a ella. No hay ninguna certeza de que el elemento compuesto por valores de una cartera de inversión vaya a proteger adecuadamente frente a tal inflación, pero debería aportar más protección que el elemento de obligaciones. Esto es lo que decíamos sobre la cuestión en nuestra edición de 1965 (página 97), y hoy volveríamos a escribir lo mismo: Al lector debe resultarle evidente que no sentimos entusiasmo por las acciones a estos niveles (DJIA a 892). Por motivos que ya se han mencionado, tenemos la impresión de que el inversor defensivo no se puede permitir el lujo de prescindir de una parte substancial de acciones ordinarias en su cartera, aunque las consideremos únicamente como un mal menor; el mayor serían los riesgos que acarrea una cartera compuesta exclusivamente por obligaciones. 77