EL INVERSOR Y LA INFLACIÓN
acciones que con las obligaciones a lo largo de los 55 años de duración de
nuestro estudio?
La respuesta a estas preguntas dista de ser sencilla. Las acciones
ordinarias, ciertamente, han arrojado un resultado mejor que las
obligaciones durante un prolongado período de tiempo .en el pasado. La
ascensión .del DJIA desde una media de 77 en 1915 a una media de 753 en
1970 arroja un tipo compuesto anual de algo más del 4%, al que se debe
añadir otro 4% adicional por rentabilidad media por dividendo. (Las cifras
correspondientes del compuesto S&P son aproximadamente similares).
Estas cifras combinadas del 8% anual son, por supuesto, mucho mejores
que la rentabilidad obtenida con las obligaciones durante el mismo período
de 55 años. Pero no son mejores que la rentabilidad que en la actualidad
ofrecen las obligaciones de mejor categoría. Esto nos lleva a la siguiente
pregunta lógica: ¿hay algún motivo convincente para creer que las acciones
ordinarias van a conseguir unos resultados mucho mejores en los años
venideros de lo que han conseguido durante las últimas cinco décadas y
media?
La respuesta a esta pregunta esencial tiene que ser un no tajante. Las
acciones ordinarias pueden conse guir mejores resultados en el futuro que
en el pasado, pero que lo logren dista mucho de ser un hecho seguro. A la
hora de abordar esta cuestión tenemos que hacer frente a dos diferentes
períodos temporales de referencia en los que se deben encuadrar los
resultados de las inversiones. El primero cubre el futuro a largo plazo, 10
que es probable que suceda, por ejemplo, en los próximos 25 años. El
segundo es el marco en el que se debe evaluar lo que es probable que le
ocurra al inversor, tanto financiera como psicológicamente, a lo largo de
períodos a corto y medio plazo, digamos cinco años o menos. Su
mentalidad, sus esperanzas y aprensiones, su satisfacción o insatisfacción
con lo que ha hecho, y, sobre todo, sus decisiones sobre 10 que tiene que
hacer a continuación, vienen determinadas no por una panorámica
retrospectiva de toda una vida de inversión, sino por su experiencia de año
en año.
En esta cuestión podemos ser categóricos. No hay conexión temporal
estrecha entre las condiciones inflacionarias (o deflacionarias) y la
evolución de las cotizaciones y beneficios de las acciones ordinarias. El
ejemplo más claro es el período reciente, 1966-1970. La subida del coste de
la vida fue del 22%, la mayor en un período de cinco años desde 19461950. Sin embargo, tanto los beneficios como las cotizaciones de las
acciones, en conjunto, han descendido desde 1965. Existen contracciones
similares en ambas direcciones en los historiales de períodos quinquenales
precedentes.
71