EL INVERSOR INTELIGENTE
Nuestros lectores tendrán la inteligencia suficiente para darse cuenta
de que ni siquiera las acciones de mejor calidad pueden ser una compra
mejor que las obligaciones en todas las circunstancias, es decir, con
independencia de lo elevado que esté el mercado de valores y de lo
reducida que sea la rentabilidad por dividendo en comparación con los
tipos de interés ofrecidos por las obligaciones. Una afirmación de ese tipo
sería tan absurda como la contraria, tan frecuentemente repetida años atrás,
de que cualquier obligación es más segura que cualquier acción. En este
capítulo trataremos de aplicar diferentes medidas al factor inflación, para
poder alcanzar algunas conclusiones sobre la medida en la cual el inversor
puede verse inteligentemente influido por las expectativas relativas a
futuras alzas en el nivel de precios.
En este terreno, como en tantos otros del mundo financiero, tenemos
que basar nuestra opinión sobre la política futura en el conocimiento de la
experiencia del pasado. ¿Es la inflación un rasgo novedoso en Estados
Unidos, por lo menos con la gravedad con la que se ha manifestado desde
1965? Si hemos sufrido circunstancias de inflación equiparables (o peores)
a lo largo de nuestra experiencia vital, ¿qué lecciones se pueden extraer