inversiones inteligentes 1 | Page 65

Capítulo 2 El inversor y la inflación La inflación, y la lucha contra ella, han centrado buena parte de la atención del público en los últimos años. La reducción del poder de compra del dinero en el pasado, y en particular el temor (o la esperanza, para los especuladores) de otro declive grande adicional en el futuro, han influido en gran medida en la forma de pensar de los mercados financieros. Está claro que las personas que tienen unos ingresos fijos en términos monetarios sufrirán cuando el coste de la vida aumente, y lo mismo cabe decir de los que tienen una cantidad de principal fija en términos monetarios. Los propietarios de acciones, por otra parte, disfrutan de la posibilidad de que una pérdida de la capacidad de compra de la unidad monetaria sea compensada por el crecimiento de sus dividendos y de las cotizaciones de sus acciones. A partir de esos hechos incontestables, muchas autoridades financieras han llegado a la conclusión de que (1) las obligaciones son una forma de inversión inherentemente indeseable, y (2) en consecuencia, las acciones ordinarias son por su propia naturaleza, instrumentos de inversión más deseables que las obligaciones. Hemos oído hablar de instituciones benéficas a las que se aconsejaba que sus carteras deberían estar compuestas a1 100% de acciones, y de un 0% de obligaciones.* Esto es exactamente lo contrario de lo que se afirmaba antaño cuando las inversiones de instituciones benéficas y trusts estaban limitadas, por ministerio de la ley, a obligaciones de primera categoría (y a unas contadísimas acciones preferentes selectas). * Para finales de la década de 1990, este consejo, que puede ser apropiado para una fundación o para una donación con un período de inversión de duración infinita, se había extendido a los inversores individuales, cuyos ciclos vitales son finitos. En la edición de 1994 de su influyente obra, Stocks for the Long Run, el profesor de finanzas Jeremy Siegel de la Wharton School recomendaba que los inversores «arriesgados» comprasen a margen, tomando prestado más de un tercio de su patrimonio neto, para destinar el l35% de sus recursos a acciones. Hasta los funcionarios se apuntaron a la fiesta: En febrero de 1999, el honorable Richard Dixon, encargado del tesoro de Maryland, dijo ante la audiencia de una conferencia sobre inversión: «No tiene sentido que nadie tenga dinero, por poco que sea, en un fondo de renta fija». 67