COMENTARIO AL CAPÍTULO 1
1. Identificar las cinco acciones del Dow Jones Industrial Average
con la menor cotización y la mayor rentabilidad por dividendo.
2. Descartar la que tuviese el menor precio.
3. Destinar el 40% de los fondos a la acción que tuviese la segunda
menor cotización.
4. Colocar el 20% en cada una de las transacciones restantes.
5. Un año después, volver a clasificar el Dow de la misma manera y
reconfigurar la cartera siguiendo los pasos 1 a 4.
6. Repetir hasta llegar a ser rico.
Según afirmaba Motley Fool, esta técnica habría superado al
mercado durante un período de 25 años por un destacable 10,1% anual.
Durante las dos décadas siguientes, sugerían, 20.000 dólares invertidos en
«Las cuatro alocadas», deberían convertirse en 1.791.000 dólares.
(Además, también afirmaban que se podían conseguir resultados aún
mejores si se elegían las cinco acciones del Dow que tuviesen mayor
relación de rendimiento por dividendo a la raíz cuadrada de la cotización de
la acción, eliminando la que tuviese la mayor relación y comprando las
cuatro siguientes).
Analicemos si esta «estrategia» podría cumplir los requisitos
establecidos por Graham en su definición de inversión:
¿Qué tipo de «análisis exhaustivo» podría justificar que se
descartase la acción cuya relación entre precio y dividendo era
más atractiva, y que no obstante se eligiese a las cuatro siguientes
que tenían una puntuación inferior en esos atributos deseables?
¿De qué forma destinar el 40% del dinero a una única acción
puede considerarse «riesgo mínimo»?
¿Cómo es posible que una cartera compuesta por únicamente
cuatro acciones esté suficientemente diversificada para ofrecer
«seguridad del principal»?
«Las cuatro alocadas», en pocas palabras, es una de las fórmulas de
selección de acciones más ridículas que se han elaborado jamás. Los
Bufones cometieron el mismo error que O'Shaughnessy: Si se analizan
grandes cantidades de datos correspondientes a un período suficientemente
prolongado, surgirán un número enorme de pautas, aunque sólo sea por
casualidad. Por mera chiripa, las empresas que tienen una rentabilidad por
acción superior' a la media tendrán muchos rasgos en común. No obstante,
salvo que esos factores sean la causa de que las acciones tengan mejores
resultados, no se podrán utilizar para predecir la rentabilidad futura.
Ninguno de los factores que descubrieron los Bufones con tanta
fanfarria -desprenderse de la acción que tuviese la mejor cifra, duplicar los
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