COMENTARIO AL CAPÍTULO 1
de 1990 -las operaciones intradía, el desentenderse de la diversificación, los
fondos de inversión especulativos, el seguimiento de «sistemas» de
selección de acciones- funcionaban aparentemente. No obstante, no tenían
ninguna probabilidad de conseguir buenos resultados a largo plazo, porque
no cumplían los tres criterios de Graham para invertir.
Para darse cuenta de los motivos por los que la elevada rentabilidad
temporal no demuestra nada, imagine que hay dos lugares separados por
240 kilómetros de distancia. Si respeto el límite de velocidad de 120
kilómetros por hora, puedo recorrer esa distancia en dos horas. Sin
embargo, si conduzco a 240 kilómetros por hora, podría llegar allí en una
hora. Si lo int ento y sobrevivo ¿tendré «razón»? ¿Debería sentir usted la
tentación de intentarlo, cuando me oiga alardear de que ha «funcionado»?
Las argucias ingeniosas para conseguir mejores resultados que el mercado
son muy similares: en períodos breves, mientras la suerte sigue estando de
su lado, funcionan. A largo plazo, le matarán.
En 1973, cuando Graham revisó por última vez El inversor
inteligente, la tasa de rotación anual en la Bolsa de Nueva York era del
20%, lo que significa que el accionista típico tenía en su cartera las
acciones durante cinco años antes de venderlas. Para 2002, la tasa de
rotación había alcanzado el 105%, un período de tenencia de únicamente
11,4 meses. En 1973, el fondo de inversión promedio mantenía las acciones
durante casi tres años; en el año 2002, ese período de tenencia se había
reducido a solamente 10,9 meses. Daba la impresión de que los gestores de
los fondos de inversión estudiaban las acciones que compraban durante el
tiempo necesario para descubrir que no deberían haberlas comprado, y
después se desprendían rápidamente de ellas y volvía a comenzar el
proceso.
Ni siquiera las firmas de gestión de patrimonio más respetadas
pudieron resistirse a la tentación. A principios del año 1995, Jeffrey Vinik,
gestor de Fidelity Magellan (que en aquella época era el mayor fondo de
inversión del mundo) tenía el 42,5% de sus activos en acciones de
empresas tecnológicas. Vinik proclamaba que la mayor parte de sus
accionistas «han invertido en nuestro fondo para alcanzar unos objetivos
que están a varios años de distancia... Creo que sus objetivos son los
mismos que los míos, y que creen, al igual que hago yo, que es mejor
adoptar una perspectiva a largo plazo». Sin embargo, seis meses después de
expresar esos nobles objetivos, Vinik se deshizo de prácticamente todas sus
acciones tecnológicas, desprendiéndose de 19.000 millones de dólares en
ocho semanas frenéticas. ¡Que viva el largo plazo! Llegado el año 1999, la
división de intermediación económica en el mercado de valores de Fidelity
animaba a sus clientes a que hiciesen operaciones en el mercado en
55