Prefacio a la cuarta edició n,
por Warren E. Buffett
Leí la primera edición de este libro a principios de 1950, cuando
tenía diecinueve años. En aquel momento pensé que era, con gran
diferencia, el mejor libro sobre inversión que se había escrito en toda la
historia. Sigo pensando lo mismo.
Para invertir con éxito durante toda la vida no es necesario un
coeficiente intelectual estratosférico, un conocimiento empresarial
extraordinario ni información privilegiada. Lo que hace falta es una
infraestructura intelectual que permita adoptar decisiones y la capacidad
de evitar que las emociones deterioren esa infraestructura. Este libro
establece de manera precisa y clara la infraestructura que hace falta. A
usted le corresponde aportar la disciplina emocional.
Si sigue los principios de comportamiento y de negocio que
propone Graham, y si presta especial atención a los valiosísimos
consejos contenidos en los capítulos 8 y 20, sus inversiones no rendirán
frutos decepcionantes. (Eso tiene más mérito de lo que pueda creer
usted). El que consiga resultados extraordinarios o no dependerá del
esfuerzo y el intelecto que aplique a sus inversiones, así como de las
oscilaciones provocadas por la irracionalidad del mercado que se
produzcan durante su carrera de inversión. Cuanto más irracional sea el
comportamiento del mercado, más oportunidades tendrá el inversor que
se comporte de manera profesional. Siga las indicaciones de Graham y
se beneficiará de la irracionalidad, en lugar de ser víctima de ella.
Para mí, Ben Graham fue mucho más que un autor o un profesor.
Él influyó en mi vida mucho más que cualquier otra persona, salvo mi
padre. Poco después del fallecimiento de Ben en 1976, escribí el
siguiente obituario breve sobre él en el Financial Analysts Journal. A
medida que avancen en la lectura del libro, creo que percibirán alguno de
los rasgos que menciono en este homenaje.
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