Modernidad y diferencia
91
la han defendido y hablado en nombre de ella, sino también por
quienes conciben que su práctica teórica y política pasa por un
cuestionamiento de la misma. Siguiendo al antropólogo haitiano
Michel-Rolph Trouillot (2002: 17), el argumento central de este
capítulo es que la modernidad (y la diferencia) nunca ha sido,
ni podría ser, lo que dice ser. Lo que no significa, sin embargo,
que haya sido poca cosa. Como espero sustentar a lo largo del
texto, gran parte del imaginario teórico y político contemporáneo
se encuentra articulado por una modernidad hiperreal que tiende
a obliterar la densidad de múltiples modernidades así como a
limitar el principio de legibilidad de la diferencia.
Relatos difusionistas
Las conceptualizaciones más convencionales y recurrentes sobre
la modernidad han sido articuladas desde lo que podríamos
denominar relatos difusionistas. En este tipo de relatos, se parte de
la premisa de que la modernidad se asocia a una época y un lugar
determinados. Es decir, la modernidad no sólo es situa da temporal
sino que también espacialmente, identificándola con un tiempolugar específico: Europa (Mitchell 2000: 1). El tiempo histórico
y el orden geográfico se encuentran interrelacionados, solo se
pueden separar analíticamente. En estos relatos difusionistas, la
imaginación histórica y la imaginación geográfica son expresión
de la fijación de la modernidad en un tiempo y lugar determinados.
A partir de esta doble identificación temporal y geográfica, se
constituyen los relatos que, con ciertas variaciones, plantean que
la modernidad se originó en Europa hace unos siglos (dependiendo
del los autores varían los ‘hechos’ que marcan esta temporalidad)
y desde allí se ha exportado, con mayor o menor éxito, a otros
lugares y gentes no europeos.
En este tipo de relato, la modernidad no sólo se produce
inicialmente en Europa sino que es, esencialmente, un producto