Distinciones teóricas en antropología
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Otra frecuente equivocación consiste en considerar que la noción
de discurso del postestructuralismo se opone a la de realidad o a la
de lo material. Como es un lugar común pensar que una cosa son
las palabras y otra la realidad, o una cosa son las ideas, lo mental
y otra lo material, cuando el postestructuralismo habla de discurso
equivocadamente se piensa que es igual a palabras (que se oponen
a realidad) o es igual a ideas (que se opone a lo material, a las
prácticas). Nada más erróneo que este tipo de equivalencias. Para
el postestructuralismo el discurso es real, tanto como la muerte. Es
más, para los seres humanos la realidad no puede dejar de tener una
dimensión discursiva, que es cómo hacemos sentido y producimos
el mundo. El discurso no son simplemente palabras. El discurso
implica prácticas, posiciones de sujeto, conceptos, objetos y luchas,
con unos efectos de verdad y en relaciones de poder determinadas.
El discurso es real, al igual que es material, tiene efectos materiales
en corporalidades, espacialidades, tecnicidades y subjetividades
concretas. No es simplemente ideas en la cabeza de las personas,
sino que inviste las más diversas prácticas y materialidades.
Cuando Arturo Escobar (1999) en su análisis del desarrollo desde
una perspectiva postestructural afirma que el desarrollo debe ser
examinado como un discurso, no quiere decir que es sólo un
conjunto de palabras y ficciones en la cabeza de unos planificadores
y políticos sin mayores consecuencias en la realidad. Lo que está
diciendo es que la realidad es producida, literalmente troquelada,
pero también intervenida, por este discurso desde donde opera el
aparato desarrollista que constituye los deseos y los principios
de inteligibilidad, tanto como las condiciones de las practicas y
políticas. El problema no es de vocabulario, de palabras, como
algunos críticos han cándidamente indicado. A riesgo de aparecer
reiterativo, cerremos este párrafo afirmando que de lo planteado se
deriva que el discurso no se opone, como una quimera o idea en
la cabeza de las personas, a la realidad que estaría allá en un puro
afuera del discurso e independiente de los enunciados. El discurso