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Intervenciones en teoría cultural
Frankenstein, donde finalmente hemos quedado
como una caricatura de los ‘amos’. Subsisten en
nosotros dos personalidades la ancestral en lucha,
con el reflejo deformado del ‘otro’. Este es nuestro
principal enemigo, no ser nosotros mismos, si no
querer ser el ‘otro’ (2007: 22-23).
Sin ‘raza’ no hay racismo
Ahora bien, si el racismo lo podemos definir como una
discriminación de orden racial, entonces para comprender sus
formas de operación específicas debemos remitirnos a la noción
de ‘raza’ que se encuentra allí implícita. No hay racismo sin ‘raza’.
Como se argumenta en el capítulo anterior, la noción de ‘raza’ es
más complicada y resbalosa de lo que uno inicialmente piensa.
No obstante, de manera provisional y para los propósitos de la
argumentación que aquí busco elaborar, se puede afirmar que la
noción de raza supone la asociación necesaria entre ciertos rasgos
corporales (como el color de la piel) que son concebidos como
heredados biológicamente y unas características intelectuales y de
comportamiento que se consideran irremediablemente derivadas.
Así, hay un concepto de raza cuando se afirma que alguien piensa o
se comporta de esta u otra forma porque es negro (o indio o blanco).
Un ejemplo de este tipo de planteamientos, tomado de un sacerdote
que escribía sobre el Pacífico sur a principios del siglo pasado, es
el siguiente: “Los negros son de carácter alegre, muy dados a las
fiestas, las borracheras, robustos, habladores, pendencieros, y, en
general, perezosos para el trabajo” (Merizalde 1921: 150-151).
Cuando se define ‘raza’ de esta manera no se piensa simplemente
en la palabra, sino en el concepto. A veces se cuenta con una
palabra distinta de la de ‘raza’ como puede ser la de ‘cultura’,
‘etnia’ o ‘grupo étnico’, pero el concepto que hay detrás es el
de ‘raza’ tal y como se ha definido. Así que es muy importante