Identidades: conceptualizaciones y metodologías
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lugares cada cual puede o no moverse, a cuáles cada
cual puede acceder o no acceder (Briones 2007: 68).
Si las identidades son relacionales, si se refieren a las prácticas de
diferenciación y marcación, entonces en su estudio no se las puede
tomar como un objeto aislado, como un término autocontenido.
En concreto, es necesario desarrollar encuadres metodológicos
relacionales para estudiar la identidad y la diferencia en su
constitución mutua. “La mayoría de los trabajos de estudios
culturales se dedican a investigar y cuestionar la construcción
de identidades subalternas, marginadas o dominadas, aunque
algunas investigaciones recientes comenzaron a explorar las
identidades dominantes como construcciones sociales. Rara
vez, sin embargo, unas y otras se estudian en conjunto como
recíprocamente constitutivas, tal como pareciera indicarlo la
teoría” (Grossberg 2003: 153).
En términos metodológicos es también problemático endosar
las identidades a entidades preestablecidas como la ‘cultura’, la
‘tradición’ o la ‘comunidad’. En el estudio de las identidades no
es extraño que se las quiera ‘explicar’ como expresiones (cuasi
mecánicas) de una cultura, una tradición o una comunidad. Las
relaciones entre identidad y cultura, identidad y tradición, e
identidad y comunidad no son tan sencillas como para derivar
la identidad de cualquiera de las tres (ni siquiera de las tres
combinadas). Mas aún, cada uno de estos tres conceptos son
tan (si no más) problemáticos como el de identidad. Las tres
categorías (cultura, tradición y comunidad) no constituyen piedras
sólidas, lugares seguros en los cuales descansarían las identidades.
Tampoco son fuentes transparentes desde donde emanarían las
identidades. Al contrario, al igual que el sujeto, son históricamente
contingentes y sus articulaciones provisionales e inestables. Las
tres categorías son a menudo objeto de reificaciones e innumerables
son las disputas académicas y políticas que gravitan en torno a