Modernidad y diferencia
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difusionistas, pero también del grueso de trabajos que pretenden
pluralizar la modernidad, consiste en que asumen una idea
sustancialista de la modernidad.
En efecto, una de las dificultades con las maneras cómo ha
sido abordada la modernidad o las modernidades consiste en
que buscan establecer una definición sustancialista (cuando no
esencialista) de la modernidad como una o como múltiple. Una
definición sustancialista trata de identificar un contenido concreto
o abstracto que otorgue una identidad sustantiva a la modernidad
(como una o como múltiple) y la diferencie tajantemente de
la no-modernidad, que establezca de una vez y para siempre
el orden de interioridades y exterioridades, de anterioridades
y posterioridades. A esta forma de entender la modernidad me
gustaría denominarla abordajes substancialistas.
Los abordajes sustancialistas de la modernidad tienden a
operar estableciendo una ‘modernidad hiperreal’. La noción de
modernidad hiperreal se inspira en los trabajos de Alcida Ramos
(que sugiere la del indígena hiperreal) y de Chakrabarty (que
habla de la Europa hiperreal o la India hiperreal). Lo hiperreal se
refiere aquí a un definicional abstracto normativo estructurante
de la imaginación teórica y política, un “significante maestro”
generalmente naturalizado desde el cual se organiza lo pensable
pero que se mantiene por fuera de lo pensado. Como ‘modernidad
hiperreal’ se entiende el objeto construido por estrategias
definicionales que pretenden establecer unos criterios de identidad
esencial de la modernidad (como una o como múltiple).
De hecho los criterios a los que se ha apelado para establecer qué
es la modernidad cubren un amplio espectro según los autores,
las disciplinas, los momentos y las disputas que se encuentran
en juego: los hay referidos a las dimensiones epistémicas,
económicas, sociológicas, éticas y ontológicas. Cuando me