Modernidad y diferencia
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El cuestionamiento a la hibridación de alguna forma originaria de
modernidad puede ser leído como una distancia con las nociones de
modernidades alternativas que mantienen un núcleo original estable
(la modernidad a secas) desde el cual se define lo que es alternativo
(las modernidades alternativas). De ahí la serie de preguntas que
introduce: “¿Cómo empieza uno a cuestionar la táctica discursiva
en la que la euro-modernidad siempre se rehace a sí misma de
un singular universal a lo universal singular? ¿Cómo pensar en la
categoría de modernidad como algo más que un universal singular?
¿Cómo podría uno multiplicar modernidades como algo más que
las variaciones hibridas dentro de esa singularidad?” (p. 268).
Uno de los puntos de apertura de la idea de otras modernidades
radica en que se esquiva el riesgo de reproducir la lógica de
la euro-modernidad en su negatividad: “[…] Quiero evitar
la reproducción paradójica de la lógica negativa de la euromodernidad. La cuestión ―están estas otras posibilidades fuera
de, o son otras de, la modernidad misma― puede muy rápidamente
convertirse en una diferencia negativa euro-moderna” (p. 286).
La propuesta de Grossberg es comprender la modernidad como
diferentes formas de ser moderno, como otras modernidades:
“Propongo que la modernidad es, antes que nada, el producto
de una maquina estratificante que produce una nueva serie ―un
diagrama― de formas de pertenecer en el tiempo y en el espacio
[…]” (p. 272). Este diagrama está constituido por cuatro aparatos
articulados en términos de dos ejes (una doble diferencia):
la temporalidad vivida (cambio y evento) y la espacialidad
vivida (espacio institucional y el espacio de la vida diaria). La
euro-modernidad sería una forma (o una serie de ellas) de la
realización de este diagrama, pero no la única posibilidad ni de
hecho la única (ni la primera) que históricamente ha existido.
Para Grossberg no sólo existen diferentes configuraciones de
la modernidad por fuera de Occidente sino que hay formas