Intertexto3.0 -Aniversario | Page 7

Dos semanas después encerrada en la rectoría me pedirán que rompa ese acuerdo porque una mamá se quejó de mi “todes”, porque la rectora me indica que debo hablar cómo dice la R.A.E., aunque ya no exista. Pienso que debería hablar como el Quijote, pienso que deberíamos leer El Quijote y a más de un padre se le volaría la peluca. Pero todavía no sé que esto pasará, que desbordaré de argumentos que caerán al piso cómo hojas que nadie querrá recoger, que tendré ganas de llorar, que cuando me prohíban usar el inclusivo lo que en realidad estarán censurando es una ideología, un fenómeno que intenta visibilizar las desigualdades. Todavía es hoy y estoy contenta porque les pibes pudieron reflexionar sobre la imposibilidad y ridiculez del “le mer estebe serene” que repiten los medios.

A la noche vamos a cenar a la casa de una amiga. Hay mucha gente que no conozco, y de pronto sobre la mesa cae un enorme y mohoso “ya ni piropos se pueden decir”. Escucho murmullos. Nadie quiere agarrar la frase que me mueve en el centro de la mesa como un pez que impedido de respirar fuera del agua agoniza, se tambalea. Todos me miran. Me calzo la remera de “Si saben cómo me pongo, ¿para qué me invitan?” y la agarro. Está resbalosa y fría, de todos modos me empodero y la sostengo. Respiro profundo y se la devuelvo a su dueño. En ese instante el silencio es tan denso, que entiendo que debo decir algo y lo hago.

Nuevamente brotan palabras que antes de salir bailando de mi interior, se visten de colores brillantes y con banderas diversas. Se abrazan y se cuidan entre ellas. Son palabras sororas, suaves, como afelpadas. Son rosas, violetas, verdes y naranjas. Le rozan el cuello a mi interlocutor, se le enganchan en el pelo, se le cuelan en los bolsillos, creo que viajarán con él hasta su casa sin pagar boleto.

Ellas viajarán con él como polizones y, si todo sale bien, entrarán en acción cuando las palabras de Raúl salgan puntudas y monstruosas y se vuelvan oscuras y siniestras. Se interpondrán entre él y su interlocutor para evitar que hieran, pinchen o piquen.