Diario de una femininja
POR PAOLA MOLTONI
Me despierto, me baño, me cambio, encaro la calle. Pero antes de lograr mi cometido, en la escalera del edificio el vecino – al que casi no conozco– apura un “buen día” y comenta que le gustaría ser mujer porque todo es más fácil con pollera. ¡Podés autopercibirte mujer, entonces! – digo a modo de saludo. Y creo que lo digo, pero quizá sólo se lo pienso fuerte en la cara. “¡Te llevarías una gran sorpresa si lo hicieras!”.
Subo al bondi, ahí una señora que no deja de mirar mi mochila estira su mano hasta tocar mi pañuelo violeta. Sonrío, la miro fijo y vuelvo a sonreír. La señora está en transe, asumo que ensaya lo que quiere decir, pero no logra ordenarse. Finalmente, el viento me trae un: “es violeta”. Yo sé que es violeta y ella lo miró tantos minutos, que pudo comprobar perfectamente su color. ¡Es violeta!
Explico que mi pañuelo es violeta porque dice “ni una menos” y mientras aspiro una “f” de feminista, casi sin dejarme terminar me pregunta si soy verde. Me miro los brazos, las manos y presiento que soy entre rosa y salmón, pero ella insiste en llamarme verde. Las palabras brotan de mis labios casi sin pensarlas y mientras salen las siento densas en la garganta, se materializan y caen sobre la remera de la señora y pienso que le costará limpiárselas de ahí. Hablo sobre feminismo, sobre decisiones, sobre la piba que se muere cada 30 hs. Pero la señora está enojada desde antes, incluso antes de que yo subiera al bondi y quizá desde antes que yo cumpliera 20, 30, 40.
Llego al cole, escucho a dos profes de Inglés que vociferan que el lenguaje inclusivo es una pavada, que el masculino de género no marcado sirve para generalizar, que el lenguaje es limpio, objetivo, aséptico. Sonrío, les pido un mate. Entro al aula y generalizo en femenino, digo que todas saquen su cuadernillo y lean de la página 15 “Cenicienta”. Pero sólo las mujeres lo abren, los varones no se sienten convocados por el femenino no marcado. Reflexionamos sobre eso, sobre la lengua, sobre por qué no se sienten incluidos con el femenino que propuse, me consultan qué opino sobre el lenguaje incluso y hablamos del género inherente, acordamos usar el “todes” para que todos y todas se sientan convocados.