2. LA MUJER HOMÉRICA
2. La mujer homérica
Hemos dicho que gran parte del mundo representado en la Ilíada está compuesto por
elementos de la cultura micénica, la cual carga con un estado que se ha mantenido durante
algún tiempo por la piratería, para luego transformar sus prácticas económicas asemejándolas
a las cretenses con su comercio dirigido por mar. Hemos también trazado una línea de tiempo
que comprende las distintas ocupaciones del territorio griego desde los micénicos, pasando
por los aqueos y llegando, por último, a los dorios. En este recorrido se ha observado un
creciente “salvajismo” hacia prácticas guerreras que, dentro del primer y segundo grupo
humano, queda reflejado en gran parte en la Ilíada. Pero, también, otra buena parte de la
epopeya evoca elementos de tipos más recientes de la cultura griega, mostrando un
humanismo nuevo en distintas figuras y temas que han sido asignados a la propia creación de
Homero. Señalamos, en este sentido, que los aportes de algunos estudiosos indican un cierto
camino para rescatar lo importante sobre la historicidad de los relatos homéricos en
detrimento de otro: ven la historia, no como una sucesión de hechos que han ocurrido en la
realidad, sino como la concepción de los mismos y su conjugación con componentes morales,
religiosos, etc. que forman parte de la realidad de un pueblo. Así, la realidad reflejada por la
Ilíada no debe ser tomada como la realidad de una determinada época, sino como la
intersección de distintos momentos, sumada al aporte de la tradición y del propio Homero. En
todo este panorama, hemos intentado dejar un relevamiento de los elementos más
destacados que sirvan para nuestro tema y propósito, elementos que tienen que ver con la
concepción de la mujer en estas distintas sociedades que hemos ido describiendo.
Como queda visto, en estas culturas regía ya un orden patriarcal y la mujer, en general,
era relegada a un segundo plano. Las mujeres tenían un espacio propio, el oikos, es decir, el
hogar. Allí se ocupaban del mantenimiento del hogar y del cuidado de la casa, entre cuyos
quehaceres estaban comprendidos el abastecimiento de alimentos, la fabricación de ropa a
partir del cardado de lana y del tejido mediante este material, el cuidado y educación de sus
hijos e hijas y la distribución de los bienes materiales a los integrantes de la familia.
Socialmente se las consideraba inferiores y, por ello, siempre dependían de otro hombre:
primero del padre y luego del esposo, a cuya casa se trasladaban una vez contraído el
matrimonio. De este modo, sus posesiones se veían muy limitadas y su acción, reducida a las
fronteras del hogar, mientras que el hombre se desenvolvía principalmente en el exterior,
aunque también podía realizar ciertas tareas en el interior, por ejemplo, en sus talleres. En
tiempos de guerra, las esposas brindaban su aporte a los combatientes mediante el apoyo
moral y la continuación de las tareas de la casa con el propósito de que su hogar siguiera en
pie mientras él se encontraba ausente. Muchas veces también donaban ropa y alimentos al
ejército 25 .
25
Sánchez Varela, Alba, Sobre las mujeres en la antigua Grecia.