INTRODUCCIÓN
sexuales eran practicadas entre hombres. Así, cuando del acto sexual se trataba, las mujeres
solo tenían importancia para la reproducción y continuación de la estirpe.
Como se ha dicho anteriormente, esta vinculación de la mujer con su comunidad se ve,
por un lado, directamente reflejada y sin grandes transgresiones en las figuras femeninas
mortales de la Ilíada, si bien ya veremos que surgen algunas contradicciones. En ellas se puede
ver un papel subordinado de dichos personajes, donde la mujer es prácticamente un bien del
hombre, una parte de sus riquezas, y su única función radica en el mantenimiento del ámbito
doméstico así como la preparación de sus hijos para convertirlos en hombres fuertes y
preparados para la guerra. En las primeras páginas se puede observar esta posición en
personajes como Briseida y Criseida, botines ganados por los héroes Aquileo y Agamenón,
respectivamente, siendo, además, una causa de la ofensa ejercida por el segundo al primero y,
en consecuencia, el motor de la ira de Aquileo, quien decidirá no participar más de la guerra
que se está llevando a cabo, deteniéndose a contemplar la desgracia de sus compañeros 1 .
Por otro lado, nos encontramos con una aparente contradicción o paradoja al
detenernos en las deidades. Estas figuras se ven, en la mayoría de los casos,
considerablemente transgredidas, en el sentido de que su poder y su capacidad de acción en el
seno de la actividad social distan mucho de lo que un fiel reflejo del pensamiento epocal
debería otorgarles en materia de posibilidades. La voluntad de las diosas de la Ilíada
encuentra, en varias ocasiones, una feliz ejecución de sus propósitos. Ejemplos de ello pueden
hallarse en episodios como el reclamo de Tetis a Zeus a favor de su hijo Aquileo 2 , o en el
engaño de Hera al endulzar el ánimo de este mismo dios con sus encantos femeninos
(potenciados por los dones otorgados por Afrodita, a quien también envuelve con mentiras)
para adormecerlo y procurar una victoria más a los aqueos 3 . De este punto subyacen dos
cuestiones importantes a destacar: por una parte, sabemos que Zeus es el más poderoso entre
los mortales y los inmortales, hecho que se puede constatar en éstos como en otros tantos
ejemplos, pues, si bien es persuadido o engañado en distintas situaciones, es siempre el centro
de la actuación divina: él decide lo que se hace y lo que no, mientras que las intenciones de las
demás divinidades solo pueden llevarse a cabo habiendo pasado primeramente por él; por
otra, es de notar una lucha entre bandos opuestos por parte de los miembros del Olimpo: el
primer pasaje corresponde a un pedido en torno a la figura del héroe ya mencionado, lo que
torna en una contra para los aqueos, pero el segundo es directamente la voluntad de una
deidad de favorecerlos por su sentimiento benéfico hacia los mismos.
En cuanto a la primera cuestión, no es de extrañar que esto ocurra así. Zeus es el dios
del rayo y, como tal, controla el cielo y todo –o mejor dicho, casi todo– lo que ocurra debajo de
él. Los poderes de su padre Urano –el cielo– han sido transportados a él, quedando para aquél
el simple nombre. Su inmensa fuerza se hace presente en toda su magnitud cuando prohíbe a
los dioses olímpicos participar en la disputa de los seres humanos para uno u otro partido 4 . Un
vano intento de rebelión se verá en el mismo canto, varios versos más adelante, por parte de
1
Homero, Ilíada, C. I, vv. 1-188.
Ibid., C. I, vv. 503-532.
3
C. XIV, vv. 153-352.
4
C. VIII, vv. 5 y ss.
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