Instituto Mexicano de Economía del Comportamiento Guía práctica para conducir un experimento económi | Page 5

PASO 1 Define puntualmente lo que se desea investigar y concéntrate sólo en los elementos esenciales. Supongamos que nos interesa investigar el papel que juegan las auditorías en la decisión de los ciudadanos de pagar impuestos. Evidentemente, existen un sinnúmero de razones por las que una persona promedio decidiría contribuir o no a un bien público, por lo que sería prácticamente imposible explicar este fenómeno en su totalidad. Por tal razón, en nuestro experimento (tal y como sucede en un experimento químico por ejemplo) primero hay que delimitar qué variables se quieren estudiar y asegurarse de que éste se efectúe en un ambiente lo más contro- lado posible y aislado de elementos que empañen nuestra inferencia. SOBRE ANA BRANDT Ana tiene estudios de Economía en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y una maestría en Economía del Comportamiento y Economía Experimental por la Universidad de Nottingham. Sus intereses se enfocan en la Economía del Comportamiento y sus implicaciones en el bienestar de los consumidores y la competencia económica. En este hipotético caso el escenario más elemental es quizá aquel donde son sólo dos los individuos que deciden qué tanto contribuir al bien público (en teoría de juegos este ejemplo se conoce como el dilema del prisionero y ha sido ampliamente estudiado en los últimos 50 años). Estos individuos tienen que decidir entre cooperar o no cooperar al bien público. Si ambos agentes se esfuerzan, el bien público (financiado por los impuestos) mejora y ambos se benefician como grupo, pero dada la naturaleza del juego, siempre está en su interés egoísta el no co- operar y dejar que el otro cargue con el esfuerzo. Además, es muy útil tratar de anticipar qué tipo de resultados vamos a obtener, o en otras palabras, partir de una hipótesis sólida. Esto nos ayuda a que nuestro experimento esté encaminado a contestar verdaderamente las pre- guntas que queremos averiguar y no preguntas relativamente parecidas. Por ejemplo, si buscamos identificar el precio mínimo al que las personas son indiferentes entre mantener y revender un producto, debemos diseñar los incentivos acorde a esta pregunta, de lo contrario podríamos llevar a las personas (a través de incentivos demasi- ado altos) a contestar la pregunta de ¿Cuánto es lo máximo que puedo extraer del experimento? y no la pregunta que buscamos resolver. La suerte suele favorecer al preparado.