Instituto Mexicano de Economía del Comportamiento Experimento café y esquemas (1)
El valor percibido del trabajo y el amor
Imagina esto. Estás caminando por el bosque de Chapultepec. Todo está lleno de árboles, hay sol
radiante y corre una brisa suave que redondea un clima perfecto. Todo va bien hasta que sientes que
el ambiente cambia por un llanto. Volteas y ves en una banca sentada a una chica cerca de los treinta
años, cabello ondulado, ojos café y gura esbelta. Su nombre es Lilia. Y está llorando sin consuelo.
¿Qué le pasó? ¿Qué dirías si te comentamos que existen millones de personas que están igual que ella
por motivos muy similares? ¿Qué sentirías si te comentamos que tú podrías estar como ella en poco
tiempo?
Desde pequeña, Lilia fue pragmática. A los seis años se dio cuenta que ‘Dora, la exploradora’ no
escuchaba sus recomendaciones, así que decidió no verla más. A los quince vio que sus amigas
festejaban sus quince años y que eran un gasto familiar importante, ella pre rió pedir un viaje. A los
veinticuatro vio cómo sus compañeros seguían en la universidad porque habían reprobado algunas
materias, ella se graduó en el tiempo justo porque siempre hizo todo lo que tenía que hacer en el
momento en que tenía que hacerlo.
Ahora Lilia tiene veintinueve años y trabaja en Transportes “La Sociedad”, una empresa de transporte
urbano. Lleva siete años en la empresa como analista de recursos humanos. Le encanta su trabajo y
siempre cumple con sus objetivos. En el último año la empresa ha ganado tres concesiones que le han
permitido crecer rápidamente. Si bien todos están felices por el crecimiento, este ha provocado algo
de desorden que se está tratando de solucionar con burocracia.
Una tarde, en el comedor de la empresa, Lilia se encontró con Andrea.
—Siento que este es el momento para crecer —comentó Lilia.
—Sí, estamos mejor que nunca. Y no sabes...
—¿Qué cosa? —le preguntó—. Dale, cuéntame el chisme.
— Rojas se va, adiós a nuestro jefecito.
—¿Qué?
—Sí, su esposa se va a estudiar una maestría a Madrid y él se irá a acompañarla —le explicó Andrea.
—¿Quién tomará su puesto?
—No lo sé, pero tú serías una buena jefa.
—Lo dices porque eres mi amiga…
Luego de esa conversación Lilia no pudo sacarse de la cabeza la idea de ascender. Realmente era lo
justo. Ella nunca faltaba, siempre cumplía con sus objetivos y no dejaba de estudiar. Recibir el ascenso
parecía lo más obvio. Hasta que una mañana, en el ingreso de la empresa, se volvió a cruzar con
Andrea.
Andrea: No sabes, al parecer Gustavo será el nuevo jefe.
Lilia: ¿Qué? ¡Si él es un irresponsable!
Andrea: La gerencia no piensa igual. Dicen que él tiene toda la pinta de un buen líder.
Lilia: No puede ser… ¡Voy a demostrar que yo lo merezco!