AMORES INFINITOS
Esta mujer me hacía llorar, aun en los momentos de mayor felicidad, y era raro. Con ella no
había término medio, o lloraba de tristeza o me hacía derrapar en llanto de tanta alegría.
Hoy ni lo uno ni lo otro. A veces vuelve a la memoria, normal, como cualquier pareja del
pasado, solo que ninguna ha sido como ella. Me amó en la mala y vio en mí lo que nadie
más fue capaz de ver. Dejó lo suyo y ahora regresa a ratos, como un muerto, pero el
corazón ya no sufre. Es feliz.
Me enseñó mucho de la vida, del amor, pero sobre todo de mí y del desamor. Entendí, por
ejemplo, que una cosa es dar todo y más por lo que creemos que vale la pena, y otra, tratar
de revivir un muerto. Es decir, me enseñó la importancia de claudicar cuando es necesario.
Y hoy no queda rencor ni vergüenza, solo gratitud. Después de tanto sentir, llega la tarde
en que te ves sonriendo en vez de amargado, aunque ella ya no esté. A veces necesitamos
terminar con una persona para amarla mejor, y una gran forma de despedirla no es
diciéndole adiós sino escribiéndole unas líneas.
Alguna vez empecé a sentir miedo de perderla, hasta que la perdí, porque aquello a lo que
tememos es lo que termina pasando. Ese fue el comienzo del adiós. Es que la quería solo
para mí, pero nadie es de uno, ni siquiera uno mismo. El propio cuerpo hace lo que se le
da la gana, y en ocasiones la mente empieza a divagar, se va sin que podamos jalarla de
vuelta. Y si eso es con nosotros, el otro, así sea lo que más queremos, puede marcharse
también. Con ella también aprendí que lo que no puede estar en tu vida te atormenta si lo
retienes, por eso hay que dejarlo ir.
Lo bueno es que un día esa a quien tanto deseas ya no está y no pasa nada. Lo aceptas y
no te duele más. Entonces puedes volver a pensar en ella con cariño y esperas que esté
bien, que duerma sin pesadillas y que le vaya bien en el trabajo. Ya no te atormenta si al
otro lado del mundo mira a otro hombre con los ojos de amor con los que alguna vez te
miró a ti. Lo único que deseas es que sea lo más feliz que pueda porque, ya lo he dicho, lo
bonito de la gente no es que sea de uno sino que exista.
Ahora le escribo esta despedida, que en mi cabeza apenas sucede pero que en la práctica
empezó meses atrás. La redacto con el mismo cariño que le tenía cuando estábamos
juntos. Incluso con mayor dosis, porque encierra la misma cantidad de amor, pero además,
todo el agradecimiento. Las gracias están subvaloradas. Las decimos todo el día, pero poco
las sentimos de verdad. Deberíamos agradecer con más frecuencia porque es de los
sentimientos más bellos que existen, quizá a la altura del amor y de la compasión. Juntos
pasamos por todo lo bueno y todo lo malo. Y aunque los enamorados no vivamos en
constante estado de ataque, por y junto a ella estuve dispuesto a enfrentarme al mundo si
hubiera sido necesario. Ya todo fue y estoy listo, no dejo de creer en el amor. Ahora que lo
viví no me conformo con menos. Yo quiero eso: la resistencia entre dos como única forma
de soportar la vida.
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INFINITO | 2019