INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 96

Después del cerco de Flandes, que liquido a seis ejércitos aliados, Francia quedó sola. La superioridad numérica de los aliados había sido eliminada. Y restaban 65 divisiones francesas ante cerca de cien divisiones alemanas. El resultado era ya visible e inevitable. Los dos grupos de eiércitos de Von Bock y de Von Rundstedt reanudaron la ofensiva en el norte de Francia el 5 de junio. Para el día 10 toda la línea defensiva francesa, llamada Weygand, se había derrumbado. El día 14 el 18 ejército de Von Küchler recibía la rendición de París. (El 10 de junio Mussolini habla declarado la guerra y lanzado 32 divisiones por los Alpes, pero casi no hubo combates ni avances en ese sector). Francia, con el mariscal Petain a la cabeza, hizo la paz. Hitler no le pidió la flota, ni el territorio de Alsacia y Lorena que antes se habían disputado Francia y Alemania. Sólo pidió la ocupación temporal de la costa francesa, esencial como base aérea y marítima mientras durara la guerra con Gran Bretaña. Toda la política alemana sobre Francia giraba alrededor de la reconciliación. Para enfatizarlo, Hitler fue a visitar a Petain. Ni procesó ni colgó a quienes le habían declarado la guerra. Winstón Churchill y toda la información cablegráfica internacional llenaron de improperios al gobierno francés porque había hecho la paz. Roosevelt amenazaba a Petain para que no aceptara la alianza anticomunista que Hitler le proponía. Días antes de que terminara la lucha en Francia el Presidente Roosevelt ya había dirigido (10 de junio) un mensaje. al gobierno francés exhortándolo a continuar la guerra y prometiéndole mayor ayuda de armamento. Tres días después Roosevelt había enviado un segundo mensaje insistiendo que se continuara la guerra, y anunciaba que pronto remitiría más aviones, tanques y municiones. La opinión pública americana no quería ni entrar en la guerra ni que la guerra se prolongara, pero Roosevelt se mostraba extraordinariamente empeñado en atizar la hoguera. Acerca de esto Hitler le pidió su opinión a Colin Ross, experto alemán que estudiaba desde hacía años los asuntos norteamericanos, y Ross le repuso que era "el monstruoso poder de la judería que con su habilidad realmente fantástica y una realista ciencia de la organización lleva la lucha contra todo lo que es alemán y nacionalista". La acción de Roosevelt en Varsovia, en Londres y en París "daba una idea de las maquinaciones de la camarilla judía, cuya influencia a través de Morgan y Rockefeller llegaba hasta Roosevelt". En Londres, con Churchill, ocurría algo muy semejante a lo que sucedía en la casa Blanca con Roosevélt, pero Hitler confiaba en que los políticos auténticamente americanos, auténticamente ingleses, lograrían al cabo prevalecer sobre las camarillas que no buscaban el bien de Inglaterra ni el de Estados Unidos, sino la defensa del marxismo asentado en la URSS. 96