INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 54
tiempo podría realizar la Revolución Mundial. El gran potencial bélico, industrial e
inventivo de Alemania se descargaría contra Occidente en vez de marchar hacia el
Oriente bolchevique.
Los jerarcas rojos que estaban, dispuestos a sacrificar e Stalin ya tenían de su
parte a altos jefes del Ejército y a una parte de la NKVD. Formaba parte de esa
conjura el Mariscal Tükhachevsky, quien en 1918 había luchado a favor del
régimen comunista, bajo las órdenes de Trotzky, y era reconocido como el
"bonaparte ruso''. Se le consideraba muy decidido y ambicioso. Tukhachevskv
cultivaba relaciones con importantes jefes del Ejército Alemán. Cuando Hitler subió
a lo Chancillería en 1933, el Mariscal Tukhachevsky habló con Von Twardowsky,
consejero de la embajada alemana en Moscú, y le aseguró que no había
cambiado la amistad del Ejército Rojo hacia el Ejército Alemán, “ a pesar de los
lamentables acontecimientos políticos".
En ese entonces el jefe del Ejército Alemán era el general Hammerstein, llamado
el “general Rojo” por sus simpatías hacia el régimen soviético y por aversión a
Hitler. El ministro de la Guerra alemán era el general Werner Von Blomberg, en
quien tampoco podía confiar Hitler. Von Blomberg fue a Moscú en noviembre de
1934 y con motivo del aniversario de la revolución bolchevique dijo en un discurso:
“A pesar de las dificultades actuales, espero que nuestro agradecimiento pueda
manifestarse un día en forma concreta. Levanto mi copa por el éxito y el porvenir
del glorioso ejército rojo y por nuestra camaradería de armas de hoy y de
mañana”.
Hitler logró deshacerse del general Hammerstein a quien posó a la situación de
retiro, pero por motivo de escalafón tuvo que sustituirlo con el general Von Fritsch,
mucho menos peligroso que Hammerstein, pero tampoco adicto a Hitler. Para el
Estado Mayor General estaba abocado el General Lüdwig Beck, oculto opositor de
Hitler y partidario de entrar en tratos con el Kremlin. Todos estos altos jefes
militares se llevaban bien con los jefes del Ejército Rojo, con quienes habían
trabado relaciones a la sombra del Tratado de Rapallo. La infiltración
procomunista en Alemania había penetrado muy hondamente en un punto tan vital
como el mando militar.
Entretanto, en la URSS iban poniéndose de acuerdo viejos revolucionarios judíos
de primera magnitud como Kamenev y Zinoviev, y altos jefes del Ejército Rojo,
como los generales Yona E. Takir, jefe del distrito militar de Kiev; Úbarevich, jefe
del distrito militar occidental; Alexander Kork, jefe de la academia militar moscovita
Frunze: Noris M. Feldman, jefe de cuerpo de ejército; Putna, agregado militar a la
embajada soviética en Londres; Robert P. Eidemann jefe del Ossoaviachin, ósea
la gigantesca Liga de Defensa Civil de los soviets, y otros jefes importantes.
El Mariscal Tukhachevisky aprovechó un viaje a Londres para detenerse en Berlín
y entrevistarse con los generales alemanes Ludwig Beck, iefe del Estado Mayor
General y con el general Von Fritsch comandante del Ejército.
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