INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 50
norma máxima de todos los valores" porque esto "invierte y falsea el orden de las
cosas tal como fue creado y mandado por Dios".
Tocante a la prensa, la radio, el teatro y la literatura en general Hitler estableció
una censura públicamente anunciada. En vez de la hipócrita "libertad" que en
muchos países era realmente censura vergonzante, secreta, estableció una
censura visible, pública. Se suprimió, por ejemplo, la naciente campaña antinatal
de diarios y revistas, pues Hitler decía que una guerra mataba "un fragmento del
presente", pero que el control natal en Europa "mata más gente que todos los que
cayeron en los campos de batalla, desde los tiempos de la Revolución Francesa
hasta nuestros días".
También se prohibió la pornografía impresa, teatral o cinematográfica, las
publicaciones de homosexualidad, las distorsiones del arte, etc. En una ceremonia
pública fueron quemados folletos, revistas y libros como los de Sigmund Freud,
creador del psicoanálisis pansexualista. "La ceremonia de hoy (dijo Goebbels el 10
de mayo de 1933) es un acto simbólico. Ella demostrará al mundo que el
fundamento de la República de noviembre de 1918 ya está destruido para
siempre. De este montón de cenizas va a surgir el Fénix de un nuevo espíritu”.
En el ramo de la política internacional, Hitler acabó fulminantemente con el
Tratado de Rapallo, del que la URSS se había venido beneficiando. A cambio de
eso buscó y obtuvo un acercamiento con Polonia. El jefe polaco Pilsudski se
inclinaba a formar una alianza germano-polaca frente a la URSS. En el sur, Hitler
se entrevistó con Mussolini y puso las bases para un Tratado Germano-ltaliano
opuesto al comunismo internacional. (Ese Tratado se denominaría después Eje
Berlín-Roma y se ampliaría con la inclusión del Japón).
Respecto a la "revolución" que Roehm anhelaba para darle un sesgo "socialista-
izquierdista" al "nacional-socialismo", Hitler celebró una reunión de jefes de la SA.
y de la SS y advirtió: "Ahogaré todo intento de perturbar el orden existente tan
implacablemente como aplastaré la llamada segunda revolución, que sólo
conduciría al caos"... (Acerca de las pretensiones de establecer control oficial
sobre las empresas privadas, despojando a los dueños, y de confiscar los grandes
almacenes comerciales, especificó): "La historia no nos juzgará por si hemos
destituido y encarcelado al mayor número de economistas, sino por si hemos
logrado o no proporcionar trabajo. . . Las ideas del programa no nos obligan a
derribarlo todo y a actuar como locos, sino a considerar nuestros pensamientos
prudente y cuidadosamente".
El otro propósito de Roehm, de convertir a la SA en una milicia nacional bajo su
mando, en vez del ejército sujeto a normas tradicionales de honor, justicia y
caballerosidad, fue desautorizado por Hitler, quien precisó que el Ejército sería la
fuerza armada de la nación y que la SA (fuerzas de asalto) deberían supeditarse a
éste.
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