INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 34
En Munich también reaccionó el ejército y barrió con el gobiernito soviético de
Eisner. Lo mismo ocurrió en Kiel. La Infiltración física de los Eisner, los Liebknecht,
los Luxemburg, etc., no había sido suficiente, aunque contaba con numerosos
cómplices en la prensa, en las finanzas y en las dependencias oficiales. Y la
Infiltración Mental había fallado también, ante una opinión pública que no se
dejaba seducir fácilmente.
La revolución violenta fracasó así en Alemania en 1919. Pero la revolución
violenta no es la única carta del marxismo. Cuando no se puede ganar todo de un
golpe se recurre al plan mínimo, más lento, de la revolución pacífica. Ambas van a
la misma meta, aunque a diferente velocidad.
Cuando no se puede o cuando se considera inoportuno tomar una fortaleza en
ataque frontal y abierto, se le flanquea. Se le cerca, se le engaña, se le debilita, a
reserva de asaltarla y conquistarla más tarde. Esto es lo que hace la llamada
revolución pacífica.
El principal ideólogo de la "revolución pacífica” fue Eduard Bernsiein, nacido en
1850 en Alemania, como Marx y Engels, aunque tampoco alemán.
“REVOLUCIÓN PACÍFICA” ES INFILTRACIÓN.
Fallido el esfuerzo prematuro de “revolución violenta” en Alemania, la Internacional
Comunista adoptó la táctica de la “revolución pacífica”. Y surgió el gobierno de
Weimar, que era una engañosa coalición infiltrada de procomunistas discretos, al
amparo de una amañada Constitución que fue redactada por el profesor Hugo
Preus, nacido en Alemania como otros muchos marxistas, pero no-alemán, ni por
la sangre ni por el espíritu.
La propaganda comunista se volvió más cauta, más sutil, penetrando en la prensa,
en el teatro, en las universidades y en las fábricas.
Los rojos no olvidaban que habían fracasado en su revolución violenta al chocar
con el ejército en Berlín, en Kiel y en Munich, y dedicaron muy especial atención a
infiltrar las fuerzas armadas alemanas. Deberían empezar cuanto antes, en una
lenta y difícil tarea, si es que querían cosechar los frutos veinte o treinta años
después. Y empezaron desde luego. . .
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