INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 297

región fuero entregada a los soviéticos. Con eso y otras acciones semejantes se le obsequió o lo URSS una técnica totalmente desconocida para ella en materia de cohetes teledirigidos, aviones de chorro, máquinas para hacer máquinas, etc. En esos mismos días la lnfiltración actuó dentro de Estados Unidos, o través de políticos, supermagnates, periódicos y redes de TV para desorientar a la opinión pública a fin de facilitar la entrega de Checoslovaquia, Hungría y China al avance del comunismo. SCOTLAND YARD Y EL FBI FALLABAN COMO LA GESTAPO. Rudolf Roessler, que en un tiempo había portado el uniforme alemán y que al subir Hitler al poder emigró a Suiza para recibir ahí los mensajes del movimiento de infiltración y retransmitirlos a Moscú, siguió actuando después de terminada la guerra. Lograba secretos en la Alemania Occidental (la no comunizada) y los enviaba a la URSS. Cooperaban con él Xavier Schnieper, Rachel Dubendorfer y su hija Tamara. Quedaba así claro que el núcleo del Movimiento de Infiltración que había actuado contra Alemania era específicamente hebreo-marxista. Incesantemente fueron surgiendo nuevos pruebas. El 5 de septiembre de 1945 un funcionario de la embajada soviética en Ottawa, Canadá, se presentó a la policía canadiense y pidió asilo político. Era lgor Guzenco, marxista de la nueva generación, cuya conciencia había experimentado un cambio radical. Con pruebas abrumadoras reveló a la policía canadiense que operaba una vasta infiltración contra Canadá, Estados Unidos e Inglaterra. Entre los “respetables” y “patriotas” canadienses que sin que nadie lo sospechara eran infiltrados, figuraba Sam Carr, Fred Rose y David Shugart, colocados en altos puestos oficiales desde los cuales pasaban secretos a la URSS. Tal denuncia se investigó y se comprobó cabalmente. El verdadero nombre de Sam Carr era Schrnil Kogan. El de Fred Rose era Fred Rosenberg. Lo infiltración en Canadá se ramificaba hacía Inglaterra y Estados Unidos. El primer ministro canadiense, McKenzie King, voló a Washington a comunicárselo al Presidente Harry S. Truman, y luego a Londres para hacérselo saber al primer ministro Attlee. Pero tonto Truman como Attlee eran partidarios del marxismo y retrasaron lo acción contra los infiltrados. Desde que Guzenko aportó las primeros pruebas pasaron 5 meses y diez días para poner en movimiento al FBI y a Scotland Yard, tiempo que aprovecharon numerosos infiltrados para ponerse a salvo. A la vez, periódicos judíos y varios políticos se empeñaron en minimizar el asunto. El espionaje, decían, era uno cosa normal y no había por qué alarmarse. Pero en 297