INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 278
FRENTES DESTROZADOS, QUE LUEGO RESUCITABAN.
El frente alemán en la URSS retrocedía dando zarpazos. De trecho en trecho
aplicaba golpes paralizantes a las columnas avanzadas soviéticas. En ocasiones
los cercaba y aniquilaba, para luego continuar el repliegue a la llegada del grueso
de las fuerzas atacantes.
En otras ocasiones, según refiere el belga León Degrelle, que encuadrado en las
SS luchó en Rusia, los tanques soviéticos daban alcance a los camiones y carros
con heridos "partiéndolos uno a uno como cajas de cerillos, y aplastando a los
heridos y a los caballos moribundos".
El mariscal Model había reorganizado las unidades de Holanda y Bélgica,
descuidadas largo tiempo por el general Falkenhausen, que era cómplice de los
conjurados, y acudía luego al destrozado sector central de la URSS, ahí donde
había actuado devastadoramente la célula del general Von Tresckow. Con una
energía que no titubeaba en medio de tantas desgracias, Model volvió a levantar
un frente en aquella región.
Después fue enviado al occidente de Francia, donde los ejércitos aliados se
precipitaban a través de una enorme brecha.
También en el frente occidental se percibía la influencia desmoralizadora de la
célula de conjurados que había actuado desde París, encabezada por el general
Stuelpnagel y por Walter Bargatzky, de su Estado Mayor. Esa influencia se hizo
más patente durante el repliegue de los jirones del frente.
Un superviviente de la 9 división SS "Hohenstaufen", Lothar van Greenlen, refiere:
"Aquellos bandidos no respetaban nada" Ninguno de ellos había estado en el
frente y casi todos habían pertenecido a unidades de ocupación, corrompidas por
el exceso de bienestar6toda una serie de emboscados que habían hecho la
guerra a su manera y traficantes de uniforme trataban de ponerse a salvo. Nadie
sabía de dónde sacaban sus poderes especiales. En sus lujosos automóviles
transportaban a mujeres públicas, dejando que las hermanas de la Cruz Roja y las
auxiliares femeninas vagasen sin ayuda a lo largo de las carreteras. Las columnas
de camiones, llenos a reventar con sus botines, no se detenían ante las llamadas
de los soldados heridos que no podían ofrecer nada a aquellos especuladores sin
entrañas.
"El capitán Hofer y sus fieles soldados experimentaban un profundo
descorazonamiento al recordar a unos militares del servicio de intercambios,
tripudos y desleales, y a unos intendentes que se lo negaban todo a unos hombres
cubiertos de harapos y al borde de la desesperación: zapatos y camisas, pan y
conservas, unas gotas de alcohol, incluso municiones6 El soldado no podía
olvidarlo. Tenía la impresión de que era vendido y traicionado en la retaguardia6
Su sentido de la disciplina le impedía pasar a vías de hecho, pero el desprecio que
sentía por aquellos individuos sólo esperaba una ocasión para manifestarse6
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