INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 111
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La tropa se lanzaba así sobre un enemigo mortal, no sólo de Alemania, sino del
mundo entero, de toda la civilización de dos mil años de existencia.
La tropa se lanzaba así a las batallas más grandes de la historia sin saber que a
sus espaldas, vistiendo el mismo uniforme, con las franjas amaranto del Estado
Mayor, había un puñado de enemigos quizá más peligrosos que el enemigo
identificado del campo de batalla, pues se ocultaba bajo las mismas insignias y la
misma bandera de la swástica.
La tropa se lanzaba así a una lucha mortal de cuatro años más, sin sospechar que
un puñado de enemigos ocultos los veía marchar desde la retaguardia y los
estaba apuñalando por la espalda.
Ese mismo día el Presidente Roosevelt hacía anunciar a su subsecretario Welles
que "Estados Unidos apoya a la URSS porque es una democracia agredida", y
ordenaba a Harry Hopkins que volara a Moscú a ver qué era lo que más
urgentemente necesitaba el Ejército Rojo. Ocho días después el enviado de
Roosevelt se presentaba en el Kremlin a ofrecer el apoyo norteamericano, todo
esto a espaldas de la opinión pública de Estados unidos, que no había sido
consultada sobre el particular.
Durante los primeros ocho días de combate ya Stalin se había formado una idea
muy realista de la situación y le dijo al representante de Roosevelt que sólo había
una manera de vencer a Hitler: "que Estados Unidos entrara en la guerra".
Roosevelt también creía lo mismo. El régimen soviético tenía tantas debilidades
intrínsecas que pese a su superioridad numérica no podía salvarse por sí mismo
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