INFILTRACIÓN MUNDIAL
cayeron vencidos por dentro. Pero eso fue obra más de la suerte que de la planeación de la maniobra, que en sí misma, era ingenua y poco viable.
Al correr de los siglos el truco del Caballo de Troya fue perfeccionándose y tuvo émulos más listos.
Uno de los casos más resonantes y que ya requiere mucha astucia y planeación, fue el del cardenal Pierleoni, adiestrado desde su niñez para infiltrar a la lglesia Católica y destruirla por dentro. En 1130 llegó a convertirse en Papa, bajo el nombre de Anacleto ll, pero no tardó en ser desenmascarado por el Abad Bernardo y finalmente derrocado.
Quedó en la historia como Antipapa. Ahí se puso de manifiesto, que un infiltrado puede ser muy peligroso, pero que está perdido si no existe una red de cómplices que mutuamente se potencien y se protejan. Casi tres siglos después otros infiltrados estuvieron fingiéndose católicos, pero ayudaban secretamente al protestantismo y al calvinismo. El canónigo de Salamanca, España, don Agustín de Cazalla, fue adiestrado desde niño para la infiltración, pero lo descubrieron y murió ejecutado en mayo de 1559. Su madre Constanza y su hermana Beatriz, igualmente infiltradas, tuvieron idéntico fin.
En la Nueva España fue muy famoso el caso de la familia Carvajal, que junto con cien familias más se fingían fieles súbditos de la Corona, y que en secreto trataban de cercenar a la Nueva España para formar un reino aparte en lo que ahora son Nuevo León, Coahuila, Zacatecas y parte de Tamaulipas. Todos se ostentaban como españoles y católicos pero no lo eran ni de sangre ni de espíritu. En 1589 fue descubierta su maniobra y se le puso fin. Luís de Carvajal murió en la cárcel, apesadumbrado por su fracaso.
A fines del siglo XVlll llegaron d la Nueva España, con el Virrey Juan Vicente de Güemes, varios infiltrados que trabajaban contra el Estado y la lglesia. Algunos de ellos eran el pintor Felipe Fabris, el cocinero Juan Laussel, el médico Juan Durrey, Vicenie Lulié, Juan Domingo de Roy, Juan Aroche, y otros, que fueron descubiertos y procesados. Es asimismo un hecho histórico que cuando Napoleón invadió a España en 1808 contó con la complicidad de muchos falsos españoles que se hallaban infiltrados en puestos importantes. Otros que se aliaron al invasor eran traidores a secas, acomodaticios que buscaban su propio beneficio, sin años de premeditación. Pero los que mucho tiempo antes aguardaban órdenes y se fingían adictos a las instituciones nacionales para apuñalarlas por la espalda en el momento oportuno, eran infiltrados. Ellos descendían directa o indirectamente del " Soberano Pontífice y Gran Maestre del Palladium Sagrado ", don Esteban Morin.
Además de los casos enumerados hay otros muchos de igual o menor importancia en diversas épocas y países. Ciertamente el arma de la infiltración
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