INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 306
Salvador Borrego
FRENTES DESTROZADOS, QUE LUEGO RESUCITABAN.
El frente alemán en la URSS retrocedía dando zarpazos. De trecho en trecho
aplicaba golpes paralizantes a las columnas avanzadas soviéticas. En
ocasiones los cercaba y aniquilaba, para luego continuar el repliegue a la
llegada del grueso de las fuerzas atacantes.
En otras ocasiones, según refiere el belga León Degrelle, que encuadrado en
las SS luchó en Rusia, los tanques soviéticos daban alcance a los camiones y
carros con heridos "partiéndolos uno a uno como cajas de cerillos, y aplastando
a los heridos y a los caballos moribundos".
El mariscal Model había reorganizado las unidades de Holanda y Bélgica,
descuidadas largo tiempo por el general Falkenhausen, que era cómplice de los
conjurados, y acudía luego al destrozado sector central de la URSS, ahí donde
había actuado devastadoramente la célula del general Von Tresckow. Con una
energía que no titubeaba en medio de tantas desgracias, Model volvió a
levantar un frente en aquella región.
Después fue enviado al occidente de Francia, donde los ejércitos aliados se
precipitaban a través de una enorme brecha.
También en el frente occidental se percibía la influencia desmoralizadora de la
célula de conjurados que había actuado desde París, encabezada por el
general Stuelpnagel y por Walter Bargatzky, de su Estado Mayor. Esa influencia
se hizo más patente durante el repliegue de los jirones del frente.
Un superviviente de la 9 división SS "Hohenstaufen", Lothar van Greenlen,
refiere: "Aquellos bandidos no respetaban nada" Ninguno de ellos había estado
en el frente y casi todos habían pertenecido a unidades de ocupación,
corrompidas por el exceso de bienestar…toda una serie de emboscados que
habían hecho la guerra a su manera y traficantes de uniforme trataban de
ponerse a salvo. Nadie sabía de dónde sacaban sus poderes especiales. En
sus lujosos automóviles transportaban a mujeres públicas, dejando que las
hermanas de la Cruz Roja y las auxiliares femeninas vagasen sin ayuda a lo
largo de las carreteras. Las columnas de camiones, llenos a reventar con sus
botines, no se detenían ante las llamadas de los soldados heridos que no
podían ofrecer nada a aquellos especuladores sin entrañas.
"El capitán Hofer y sus fieles soldados experimentaban un profundo
descorazonamiento al recordar a unos militares del servicio de intercambios,
tripudos y desleales, y a unos intendentes que se lo negaban todo a unos
hombres cubiertos de harapos y al borde de la desesperación: zapatos y
camisas, pan y conservas, unas gotas de alcohol, incluso municiones… El
soldado no podía olvidarlo. Tenía la impresión de que era vendido y traicionado
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