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INFILTRACIÓN MUNDIAL
La RAF hizo acopio de aviones y bombas en varios aeródromos y durante 7
días, en un período de 11, lanzó nueve mil toneladas de bombas sobre
Hamburgo, incluyendo un millón seiscientas mil bombas incendiarias.
Novecientas mil personas quedaron sin hogar. Ardieron 277.330 casas, o sea el
49.2%. Los daños se calcularon en 25.000 millones de marcos. Hubo 30.488
muertos civiles, incluyendo 7.000 niños. Diez mil niños más quedaron
huérfanos.
El servicio de bomberos no podía hacer nada contra el terrorismo aéreo, pues
simultáneamente ardían 16.000 viviendas y. en los alrededores había una
temperatura de 900 grados centígrados. Kilómetros enteros de cuadras eran
barridos por el fuego. Ahí se probó que las bombas incendiarias eran cuatro
veces y media más destructivas que las bombas explosivas.
El "área bombing" era un terrorismo aéreo, no una lucha tradicional de fuerzas
armadas contra fuerzas armadas o contra objetivos militares. Cuando se
bombardea un centro industrial mueren civiles en los alrededores, por errores
de puntería, Pero esto es accidental, no buscado. En cambio, el "área bombing"
iba expresamente dirigido a destrozar a la población civil.
El Papa Pío Xll hizo una gestión para frenar los bombardeos terroristas contra
objetivos no militares, y en Inglaterra, el "Comité pro Limitación del Terror
Aéreo" también pidió que la lucha se conservara según los moldes
tradicionales, pero Churchill acalló esas voces. La Cruz Roja Internacional pidió
que algunas ciudades sin industria de guerra fueran declaradas "ciudad-
hospital" para alojar a los heridos y a los huérfanos, pero no logró nada.
Sesenta y un ciudades alemanas, de más de cien mil habitantes cada una,
fueron sometidas durante 1943 a bombardeos terroristas incendiarios, como
Hamburgo. Relativamente, la industria bélica salía bien librada, pues su
producción sólo descendió un 17%, pero luego fue compensada con creces
mediante las nuevas fábricas subterráneas.
La producción de armamento en 1943 fue mucho mayor que todos los años
anteriores.
En cuanto a la moral de la población civil alemana, no se desplomó. Hans
Rumpf recogió toda clase de estadísticas y refiere que “la mayoría de las
personas estaban sorprendidas de su. propia capacidad de trabajo y su
eficacia, y de sus reservas ocultas, que hasta entonces habían ignorado. La
virtud del orden, que se trasmutó en disciplina antiaérea, la conciencia del
deber, fijando a las personas a su trabajo, y el sentido tan marcado de la
oposición a todo destrozo. La inclinación natural de muchas personas a vivir
peligrosamente encontraba un ancho campo, hábilmente explotado por la
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