INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 176
Salvador Borrego
Gehrts, de la Luftwaffe; el escritor Adam Kuchkoff, el catedrático Krauss,
Mildred Fish (hebrea) y otros muchos, todos comunistas.
Durante varios años habían estado transmitiendo a la URSS (esporádicamente)
secretos acerca de la aviación y de movimientos estratégicos de los sectores
norte y sur. Después de un proceso de meses, 70 ejecuciones pusieron fin al
personal de “Capilla Roja”.
Pero ese era sólo un brazo (y no el más importante) de los infiltrados que
radiaban secretos.
Varios miembros de la Gestapo suponían que “Capilla Roja” era la única
culpable de las fugas de secretos que habían ocurrido durante 1941. Eso
estaba dentro de lo posible. En el primer semestre de 1942 no se tenían ya
nuevas pruebas de que los soviéticos siguieran recibiendo secretos. Pero
pudiera ser que sí continuaran recibiéndolos. Heydrich desconfiaba, y más por
intuición que por huellas concretas, pensaba que había una filtración en el Alto
mando Alemán. Concretamente recelaba del almirante Canaris.
A principios de 1942 la Gestapo capturó a un tal Dr. Strassman, sospechoso, y
se averiguó que tenía conexiones con dos empleados del general Oster, o sea
el segundo de Canaris. Heydrich quiso continuar las investigaciones con sumo
tacto, sin tocar por de pronto a Oster para no alertar a los posibles culpables y
evitar que se “sumergieran”.
También con sumo cuidado Heydrich estaba haciendo espiar a Canaris.
¿Desconfiar del almirante, que había realizado una carrera intachable y que
había sido uno de los primeros partidarios de Hitler cuando este llegó al
poder?... Parecía insensato, pero algo le decía a Heydrich que Canaris era
falso, que realizaba un doble juego.
Canaris también hacia espiar a Heydrich. Por el general Nebe – infiltrado en la
GESTAPO – Canaris sabía que Heydrich recelaba de él.
En ese punto las huellas desaparecen (porque muchísimos de los pasos de los
pasos de los conjurados no dejaron huellas), pero alguien pensó en un audaz
golpe para matar a Heydrich, precisamente en esos días. ¿Fue Canaris? ¿Hizo
saber a sus cómplices en el extranjero que estaba en gravísimo peligro y que él
no podía liquidar a Heydrich porque enseñaría las manos?
Eso se ignora. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que el israelita J.E. Sireni,
partidario de la URSS y radicado en Londres, aconsejó al “Inteligente Service”
británico que arrojara un comando de paracaidistas judíos detrás de las líneas
alemanas para matar a Heydrich. En efecto, a mediados de mayo un avión de
la RAF arrojó en Checoslovaquia a Jan Kubis, Joseph Gabeik y otros varios.
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