INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 172
Salvador Borrego
armas menores, tales como trescientos mil fusiles. Fueron derribados 540
aviones.
Una vez más se evidenció que la URSS no podía triunfar con sus propios
medios. De febrero a mayo de 1942 habían quedado fuera de combate diez
ejércitos soviéticos.
Ciertamente había más reservas humanas, pero era necesario adiestrarlas y
equiparlas. Y para eso se necesitaba tiempo.
También es cierto que Roosevelt y Churchill estaban enviando armas, cada vez
en mayor cantidad, pero también para recibirlas y dominar su manejo se
requería tiempo.
En esos días se esperaba una nueva ofensiva alemana y había gran tensión en
el Kremlin. La preocupación era compartida por la lnternacional Comunista en
todo el mundo.
TAMBIÉN HABÍA TENSIÓN ENTRE LOS INFILTRADOS.
El Movimiento de Infiltración en Alemania veía con ansiedad como fracasaban
las ofensivas soviéticas, cómo se recuperaba el ejército alemán y cómo se
preparaban nuevas operaciones. Se sabía que en los grandes laboratorios de
Pennemunde se estaba experimentando con un nuevo tipo de proyectiles, el V-l
y el cohete estratosférico V-2, y se temía que estas armas pudieran entrar en
acción en un futuro próximo.
Roessler recibió en Ginebra, Suiza, esa información, y la trasmitió a Moscú.
Transmitía alternativamente de Ginebra y de Lucerna. En momentos Roessler
se contrariaba porque suponía que los soviéticos no estaban aprovechando al
máximo los secretos alemanes que se les enviaban. En realidad no podían
hacer más. Sabían en qué punto y con qué fuerzas se les iba a pegar, pero sus
contramedidas no bastaban para detener el golpe.
Alarmada, la Infiltración apremió en 1942 a todas sus ramas para auxiliar a la
URSS, que se hallaba en el peor momento de su existencia.
A fines de mayo los pastores protestantes Han Schoenfeld, de la Oficina de
Relaciones Exteriores de la lglesia Evangélica Alemana, y Dietrich Bonhoeffer,
viajaron a Estocolmo, Suecia, a entrevistarse con el obispo anglicano George
Bell, de Chichester, Inglaterra. Ambos eran conspiradores muy activos y su
viaje fue posible mediante documentos falsos que les facilitaron el almirante
Canaris y el general Oster, del Servicio de Contraespionaje.
Los pastores Schoenfeld y Bonhoeffer le llevaron al obispo anglicano Bell una
abundante información. El plan de integrar un gobierno con un rey pelele a la
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