INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 156
Salvador Borrego
Ese respiro lo aprovecharon los soviéticos sembrando decenas de millares de
minas para protegerse. Después era una tarea terrible, para los zapadores ir
abriendo brechas y pintando rayas blancas por donde podrían avanzar los
tanques y la infantería.
Hitler pidió a Von Leeb que se desentendiera de la lucha en Estonia, que
retirara de ahí al 18º ejército de Küchler y lo lanzara sobre Leningrado.
Pero Von Leeb menospreciaba a Hitler, "simple cabo" y en esa actitud lo
alentaba la infiltración, aunque él no era propiamente infiltrado.
Consecuentemente, modificó la idea de Hitler por otra más ortodoxa, más
académica, menos audaz, y ordenó que una parte del 18º ejército terminara de
"limpiar" Estonia y que otra parte asaltara las fortificaciones costeras cercanas a
Leningrado, antes de intentar la captura del puerto. De esa manera se perdió un
tiempo precioso y se dio un respiro a las unidades soviéticas que se replegaban
a Leningrado en muy graves apuros. Ya estaban a punto de que su resistencia
se quebrara.
El 2 de septiembre los rojos perdieron Kolpino y una fábrica de tanques, en los
suburbios de Leningrado. Luego perdieron Seiniavino, con enormes almacenes
y depósitos de municiones. Algunos sectores de la ciudad se hallaban bajo el
alcance de la artillería pesada.
Leningrado no podía resistir ya-mucho. El comisario Schdanov había movilizado
trescientos mil obreros, pero carecían de instrucción y su moral era muy baja.
Las unidades del ejército eran remanentes con escasa cohesión y fallaba su
servicio de abastecimiento. Un prisionero refirió después: "Perros, gatos, ratas,
fueron tenidos por manjares exquisitos. Las escenas de antropofagia, análogas
a la de la gran hambre de 1921, estaban a la orden del día. Parientes y vecinos
de habitación callaban durante semanas la muerte de sus allegados, para
continuar recibiendo la ración de hambre a su nombre…A los moribundos, si
tenían la desgracia de desplomarse en la calle, les arrancaban del cuerpo el
calzado y el vestido…Los víveres habían sido requisados por la NKVD".
A fines de agosto y principios de septiembre la meta número uno del Plan
Barbarroja, Leningrado, estuvo dentro de lo posible. Esto ocurría en el sector
norte.
Pero en esos momentos decisivos las miradas eran atraídas magnéticamente
por Moscú, en el sector central. El mariscal Brauchitsch, jefe del ejército; su
inmediato inferior, el mariscal Von Bock, y los que le seguían a éste, generales
Von Kluge y Guderian, querían que se le diera prioridad a la embestida sobre
Moscú. También el jefe del Estado Mayor General, Franz Halder, habitualmente
tan escéptico, se inclinaba por Moscú.
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