INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 134
Salvador Borrego
Las divisiones blindadas y motorizadas que abrían brecha y penetraban
profundamente en campo enemigo y las divisiones de infantería que relevaban
a las primeras y mantenían esas brechas, iban flanqueando y luego encerrando
en cercos a grandes fuerzas soviéticas. Cuando los rojos advertían la maniobra
trataban frenéticamente de romper el cerco y se producían desesperados
combates.
En esa magna guerra de movimientos el desplazamiento de grandes unidades
era una ciencia y un arte. Tan sólo en el brazo derecho del enorme cerco que
iba formando el Grupo de Ejércitos del sector central (y había tres Grupos de
Ejércitos en otros tantos sectores) se movían 87.000 vehículos, además de las
tropas que caminaban a pie.
Cuando uno de los primeros cercos se cerró con las tenazas de los ejércitos
alemanes 4to. de Von Kluge y 9no. De Strauss, quedaron copados cuatro
ejércitos soviéticos con 43 divisiones v seis brigadas, aproximadamente medio
millón de hombres. Pero encerrarlos, aunque difícil, era una cosa, e impedir que
se salieran era otra no menos difícil.
Los copados reagrupaban columnas y lanzaban furiosos ataques, con la
desesperación del que trata de salvarse. Había sitios críticos en que incluso los
estados mayores de las divisiones entraban en combate.
Y había otros sectores en que se tenía que proceder con extrema frialdad y
presencia de ánimo para impedir la ruptura del cerco. Por ejemplo, lo que pasó
en las proximidades de Zelwa a la 29a. división alemana. Los soviéticos se
abalanzaron atacando al grito de "¡hurra!", en columnas de compañías, de
batallones y de regimientos. "Lo que luego ocurrió -dice un testigo- dejó mudos
de asombro a los soldados alemanes de infantería. Los rusos atacaron en un
ancho frente, avanzando en grupo compacto de tres y cuatro filas en fondo…
¿Se habrán vuelto locos? se preguntaban los de la 29a. división. Las murallas
de cuerpos uniformados, de hombres que se apretaban unos contra otros,
avanzaban, al parecer, completamente fuera de sí. Las bayonetas caladas
sobresalían del muro de hombres como otras tantas puntas de lanza... ¡Hurra!
¡Hurra!"
Aquella era una embestida furiosa, psicológica, que podía romper los nervios de
los sitiadores. Si hacían fuego desde lejos, el tiro serla inseguro, y cuando la
masa de atacantes estuviera ya cerca probablemente los tiradores hubieran
agotado la munición que tenían a mano.
"¡Esperen la orden de fuego!”, gritó un capitán alemán. Pero la muralla soviética
seguía avanzando con paso firme. iHurra, Hurra!
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