Indigentes Antofagasta Septiembre, 2015 | Page 10

Oda a la pobreza.

Cuando nací,

pobreza,

me seguiste,

me mirabas

a través

de las tablas podridas

por el profundo invierno.

De pronto

eran tus ojos

los que miraban desde los agujeros.

Las goteras,

de noche, repetían

tu nombre y tu apellido

o a veces

el salto quebrado, el traje roto,

los zapatos abiertos,

me advertían.

Allí estabas

acechándome

tus dientes de carcoma,

tus ojos de pantano,

tu lengua gris

que corta

la ropa, la madera,

los huesos y la sangre,

allí estabas

buscándome,

siguiéndome,

desde mi nacimiento

por las calles.

Cuando alquilé una pieza

pequeña, en los suburbios,

sentada en una silla

me esperabas,

o al descorrer las sábanas

en un hotel oscuro,

adolescente,

no encontré la fragancia

de la rosa desnuda,

sino el silbido frío

de tu boca.

Pobreza,

me seguiste

por los cuarteles y los hospitales,

por la paz y la guerra.

Cuando enfermé tocaron

a la puerta:

no era el doctor, entraba

otra vez la pobreza.

Te vi sacar mis muebles

a la calle:

los hombres

los dejaban caer como pedradas.

Tú, con amor horrible,

de un montón de abandono

en medio de la calle y de la lluvia

ibas haciendo

un trono desdentado

y mirando a los pobres

recogías

mi último plato haciéndolo diadema.

Ahora,

pobreza,

yo te sigo.

Como fuiste implacable,

soy implacable.

Junto

a cada pobre

me encontrarás cantando,

bajo

cada sábana

de hospital imposible

encontrarás mi canto.

10

Pablo Neruda.